Karl Michael
Saludo e invocación:
Queridas hermanas, querido hermanos, les saludo de manera muy afectuosa en este undécimo domingo después de Trinidad con las siguientes palabras:
“Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo”. (Efesios 2:4-5a).
Espero que puedan tener un bonito momento de espiritualidad leyendo/celebrando este culto, ya sea que se encuentren solos o en compañía. Les invito así a continuar con esta celebración, sabiendo que:
La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, que nos ama y cuida con cariño como un padre y una madre, y la comunión del Espíritu Santo, que nos consuela, anima y orienta, están con todos nosotros siempre, y especialmente en este momento. Amén.
Salmo del día:
Y es en ese amor de Dios que leemos las palabras del salmista:
(Salmo 145,1-2.14.17-19. 21)
1 Te exaltaré, mi Dios, mi Rey;
por siempre y siempre bendeciré tu nombre.
2 Todos los días te bendeciré,
por siempre y siempre alabaré tu nombre.
14. Tú, Señor, levantas a los que tropiezan,
y reanimas a los que están fatigados.
17 Tú, Señor, eres justo en todo lo que haces,
y todo lo haces con misericordia.
18 Tú, Señor, estás cerca de quienes te invocan,
de quienes te invocan con sinceridad.
19 Tú respondes a las peticiones de quienes te honran;
escuchas su clamor, y los salvas.
21 Señor, mis labios proclamarán tu alabanza.
¡Que la humanidad entera bendiga tu santo nombre
desde ahora y hasta siempre!
Confesión:
Por estar reunidos en la presencia del Señor, reconocemos y confesamos humildemente nuestras debilidades, limitaciones, imperfecciones – nuestros pecados. Inicialmente podemos quedarnos en silencio para que cada uno realice su confesión personal.
(Momento de silencio)
Señor, tú nos aceptas porque nos amas. Nosotros, sin embargo, fallamos en nuestra convivencia. Nos cuesta mantener los vínculos que unen y favorecen la comunión y la paz. Reconocemos y confesamos que dejamos de practicar el amor, el acogimiento, el perdón. Por esto, con humildad, decimos:
♪ Kyrie Eleison – Señor ten piedad de nosotros
♪ Criste Eleison – Cristo ten piedad de nosotros
♪ Kyrie Eleison – Señor ten piedad de nosotros
Gloria:
♪ Gloria a Dios en las alturas:
Y en la tierra paz y para los hombres buena voluntad.
A Dios dad gracias, dad honor y gloria en las alturas; pues, sabio y grande
Protector, bendice a sus criaturas; con fuerzas y buena voluntad, remedia la
necesidad y alivia las tristuras.
Amén
Oración del día:
Dios de misericordia que nos acompañas siempre, ayudanos a oír y acoger tu Palabra, para que ella nos fortalezca en el amor y nos oriente en los caminos de reconciliación. Esto te lo pedimos en nombre de Jesucristo, que contigo y con el Espíritu Santo viven en nuestros corazones. Amén.
Lectura:
La lectura para el día de hoy se encuentra en el libro de Lucas 18: 9-14.
Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos
9 A unos que a sí mismos se consideraban justos y menospreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola: 10 «Dos hombres fueron al templo a orar: uno de ellos era fariseo, y el otro era cobrador de impuestos. 11 Puesto de pie, el fariseo oraba consigo mismo de esta manera: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, injustos y adúlteros. ¡Ni siquiera soy como este cobrador de impuestos! 12 Ayuno dos veces a la semana, y doy la décima parte de todo lo que gano.” 13 Pero el cobrador de impuestos, desde lejos, no se atrevía siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador.” 14 Yo les digo que éste volvió a su casa justificado, y no el otro. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.» (Versión Reina Valera Contemporánea).
Reflexión:
Estamos esta vez frente a otra parábola de Jesús. Una forma simple y didáctica, al mismo tiempo que profunda, con la que él enseñaba y hacía reflexionar a sus discípulos. En nuestra historia tenemos a dos personajes. Por un lado se encuentra el fariseo, hombre que se caracterizaba por una estricta observancia religiosa y una interpretación formal de la ley judía, y por el distanciamiento que tomaba respecto a los gentiles, los no judíos. Y por otro lado, tenemos al publicano o cobrador de impuestos. Oficio que era muy mal visto por la antigua sociedad israelita, ya que su labor era la de cobrar impuestos en nombre del Imperio Romano, imperio que era visto como enemigo del antiguo Israel. Por lo tanto el cobrador de impuestos era catalogado como una especie de traidor al pueblo judío. En resumen, tenemos en esta historia a dos personajes con características opuestas. Alguien respetado socialmente por su estricto seguimiento a la ley y alguien despreciado por lo cuestionable de su oficio.
Ya en el inicio del texto podemos ver también a quienes estaba dirigida esta historia: “A unos que a sí mismos se consideraban justos y menospreciaban a los demás (…)”. Jesús es consciente que en el contexto donde está hay personas que se encuentran a sí mismas “especiales” o superiores, y no solo eso, sino que éstas tratan de forma despectiva a quienes no son como ellos. Es ahí que entran en escena nuestros dos personajes: el fariseo y el cobrador de impuestos. A partir de estas frases iniciales podemos prever que seremos testigos de por lo menos dos dimensiones del comportamiento humano en nuestros personajes: Una actitud interna de cómo ellos se ven a sí mismos, y una actitud externa, de cómo estos se relacionan con los otros.
Entrando en nuestro relato, vemos que el fariseo se coloca en oración y agradece a Dios. Pero no se trata de un agradecimiento cualquiera, él agradece por el pecado que no tiene, ¡por lo malo que no es! Y coloca incluso el ejemplo del cobrador de impuestos como el de alguien totalmente opuesto a él. Queda claro que el fariseo no quiere parecerse en nada al pecador cobrador de impuestos.
Cuando leía esta parábola me acordaba de situaciones en las que intenté parecer algo que no era. En que intenté sentirme superior en relación a otros. ¡Cuántas veces hacemos cosas así! Me recordaba así de mi época de estudiante y de cómo muchas veces intenté parecer inteligente frente a mis compañeros de clase. Recuerdo que los profesores siempre dejaban un tiempo para preguntas y dudas, y muchas veces quien levantaba la mano para hacer alguna consulta corría el riesgo de parecer que “sabía menos” o que no era suficientemente “inteligente” (Sí, ¡solo por querer hacer una simple pregunta!). En muchas ocasiones yo mismo me encontraba con dudas que necesitaba resolver, pero no preguntaba porque quería parecer que había entendido todo. ¡Qué absurdo! Es asombroso como muchas veces en nuestras vidas hacenos (o no hacemos) cosas para proyectar una imagen de nosotros mismos que no necesariamente dice relación con lo que somos y pensamos. Nos afirmamos a partir de la negación: “No soy «poco inteligente». No soy como aquellos compañeros que hacen preguntas”. La figura del fariseo, sin duda, refleja también una situación parecida. Me muestro ante Dios por lo que no soy: “No soy ladrón, injusto y adúltero. No soy como el cobrador de impuestos ”, cuando el estar ante Dios, en un momento de oración, podría ser un espacio de total honestidad para consigo mismo y Dios. ¿Por qué deberíamos mostrarnos como algo que no somos ante Dios? ¿Y ante nosotros mismos? ¿Qué es lo que nos motiva a esto? ¿Hay miedo? ¿Egoísmo?
Otra dimensión que nos muestra la parábola es la actitud que el fariseo tiene con el cobrador de impuestos. Hay un actitud de orgullo, menosprecio y discriminación. El fariseo evita cualquier tipo de familiaridad con los pecadores, y para él el cobrador de impuestos bien representa el mundo del pecado. Se percibe con claridad que el fariseo busca separar su mundo con el del cobrador de impuestos, como si existieran personas con y sin pecado, personas que actúan mal y personas que no. Me pregunto, ¿será que en nuestro actual mundo continuamos pensando así? ¿Buscamos distanciarnos de personas porque las consideramos “pecadoras” o menos que nosotros? Es probable que muchas veces tengamos actitudes de menosprecio con otras personas para que así no seamos identificadas con ellas, para que no exista nada que pueda hacer decir que soy como ella. Volviendo a mi ejemplo del colegio, muchas veces escuché y hasta me hice parte de esos menosprecios: “¿Por qué ese compañero siempre pregunta?” “¿¡Ya va a preguntar de nuevo!?” “No tengo paciencia con él o ella”. Así, también estas pequeñas actitudes las vemos reflejadas en otros ámbitos. Pensando en nuestro actual contexto de pandemia, acaso no somos testigos también del menosprecio, como por tratarse de una autoridad no cumplir con determinados protocolos de cuidado, o mirar con extrañeza y arrogancia a ciertos grupos de nuestra sociedad por estar pasando situaciones de hambre y pobreza, o inclusive no tomar los mínimos cuidados de higiene, porque el virus supuestamente no es lo suficientemente grave.
¡Pero no nos desanimemos! Jesus también nos muestra otra forma de ser. Por otro lado, tenemos la figura del cobrador de impuestos, quien inclusive antes de hablar ya demuestra, por sus gestos físicos, una actitud honesta y humilde. No se atrevía a levantar los ojos y además se golpeaba el pecho, ambos símbolos de devoción y arrepentimiento de la época. Y le decía a Dios: “ten misericordia de mí, porque soy un pecador”. No hay juicio sobre el pasado del cobrador o sobre lo que él hace. Dios mira la actitud del cobrador en el momento presente, en el ahora. ¡Y Dios tiene misericordia de él! ¡Dios tiene misericordia de nosotros! Jesús nos invita a no colocar nuestros propios méritos y acciones como elementos decisivos de nuestra vida. Jesús nos invita a que tengamos misericordia de nosotros mismos y también de los demás. La oración puede ser ese primer espacio donde seamos honestos con nosotros mismos y con Dios, donde podamos mostrarnos tal cual somos, sin importar nuestro pasado y lo que hemos hecho. La oración es un ejercicio espiritual donde también practicamos misericordia con quien somos, donde junto con Dios nos abrazamos y perdonamos. En resumidas palabras, la oración puede ser ese momento de liberación, donde encontramos paz con quien somos. Y esa misericordia con la que Dios nos abraza, al mismo tiempo puede llevarnos a tener una nueva mirada con las personas que están a nuestro lado. Una mirada más amorosa y de cuidado que nos lleve a no buscar compararnos y separarnos de los demás, sino que a entender y empatizar. Una actitud renovada que nos haga mirar con misericordia a quien sufre en este contexto de pandemia. Una nueva actitud que nos lleve a mirar a ese compañero de colegio como alguien curioso por saber más y que tiene el coraje de plantear sus dudas. La invitación de Jesús es esta, a que podamos buscar transformar nuestros corazones en corazones más humildes y sinceros.
Canto:
Inspirados e inspiradas en la reflexión es que les invito a cantar:
♪527 – Hazme un instrumento de tu paz
Hazme un instrumento de tu paz
donde haya odio lleve yo tu amor
donde haya injuria tu perdón Señor
donde haya duda fe en ti.
Hazme un instrumento de tu paz
que lleve tu esperanza por doquier
donde haya oscuridad lleve tu luz
donde haya pena tu gozo Señor
Maestro ayúdame a nunca buscar
ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino amar
Hazme un instrumento de tu paz
es perdonando que nos das perdón
es dando a todos que tu nos das
y muriendo es que volvemos a nacer
Maestro ayúdame a nunca buscar
ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino amar
Hazme un instrumento de tu paz
es perdonando que nos das perdón
es dando a todos que tu nos das
y muriendo es que volvemos a nacer
Oración de intercesión:
Ahora les invito a que tengamos un momento de oración por nuestro mundo, iglesia y sociedad.
Dios, fuente de toda vida, nos acordamos hoy de nuestro mundo y país. Haz que tu amor pueda ser cultivado en el actual contexto que enfrentamos. Que ese mismo amor pueda inspirar a las personas que tienen grandes responsabilidades en este mundo, superando miedos y egoísmos, para que así podamos convivir de una mejor manera entre todos nosotros.
También colocamos a nuestra Iglesia en oración. Pedimos para que ésta pueda transformarse en un espacio de acogida para todas las personas, sin importar el pasado de cada uno. Que nuestras iglesias puedan ser testimonios de misericordia con la humanidad y la creación.
Nos acordamos de todo el personal médico que continua luchando contra la pandemia. Dales fuerzas y anímales en el gran servicio que prestan a la sociedad. Pedimos así por responsabilidad entre nuestros conciudadanos, para que tengamos actitudes de cuidado y amor entre nosotros que lleven a un mejor manejo de esta crisis sanitaria.
Sabemos también que para muchas familias en nuestro país la situación de pandemia ha generado mucho sufrimiento. En muchos lugares hay hambre, escasez, muerte y enfermedad. Pedimos por tu misericordia y para que brazos amorosos se dispongan a ir en ayuda de estas personas. Al mismo tiempo pedimos que estas familias puedan encontrar consuelo y abrigo en todo este difícil contexto.
Así, amparados en tu misericordia es que juntos y juntas decimos las palabras que tu Hijo Jesús nos enseño:
Padre Nuestro…Amén.
Bendición:
Nos dirigimos a Dios de forma especial para que su bendición se haga parte de nuestras vidas.
Bendícenos, Dios creador,
derrama sobre nosotros
tu Espíritu de amor,
encarnado en tu Hijo;
Para que podamos dar calor, cuidar e iluminar.
Con tu luz amorosa
Toda la vida que nos rodea. Amén.
Canto final:
Y así, despidiéndonos en el amor y misericordia de Cristo es que les invito a cantar esta última música.
♪437 – Sublime Gracia
Sublime Gracia del Señor, que a un pecador salvó. Perdido andaba, el me halló, su luz me rescató.
Su gracia me enseño a vencer, mis dudas disipó. ¡Que gozo siento en mi ser! Mi vida el cambio.
Peligros, lucha y aflicción los he tenido aquí; su gracia siempre me libró, consuelo recibí.
Y cuando en Sión por siglos mil brillando esté cual sol, yo cantaré por siempre allí al Cristo el Salvador.