ORDEN DEL CULTO
Vicario Robinson Reyes – Iglesia Luterana El Redentor
Domingo 28 de junio de 2020
Este orden busca facilitar la celebración del culto familiar. Utilizamos en forma totalmente inclusiva términos como “hermanos”, “nosotros”, y otros, que refieren a hombres y a mujeres. Tal como en nuestros cultos presenciales, queremos que todos los asistentes participen activamente. En los distintos momentos, una o varias personas pueden oficiar como “guía” (G) o “lector” (L) y las demás responder (en color rojo), según corresponda. Las corcheas (♫) indican una sección cantada, no obstante, si la dificultad es muy alta para usted y su grupo, puede reemplazar el canto por la lectura. Brindamos explicaciones escritas en cursiva, como este párrafo, para facilitar la comprensión; algunas pueden decirse en voz alta, otras simplemente ser ejecutadas por quien guía.
Les invitamos a preparar un ambiente adecuado para la celebración del Señor. Sugerimos habilitar un pequeño altar (por ejemplo, en una mesa u otra superficie estable), cubrirlo con un mantel blanco, que es el color del tiempo de Pascua, y sobre él colocar una cruz, una biblia abierta (en un texto que sea significativo para ustedes como familia, un salmo, o en el del evangelio de hoy, etc.) y dos velas (una a cada lado de la biblia). Si no es posible contar con lo anterior, procuremos que nuestro espacio esté lo más libre posible de ruidos o elementos distractores (silenciar dispositivos móviles, alarmas, etc.).
Antes de comenzar, dispongámonos a participar activamente, revisemos este orden en su totalidad, asignemos las distintas secciones entre los presentes que guiarán, y, con actitud de recogimiento, comencemos.
BREVE ORDEN PENITENCIAL.
Guía (G): En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
G: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y somos falsos. Pero, si confesamos nuestros pecados, Dios, fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. Amén.
G: Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo los cielos y la tierra.
G: En silencio, confesemos nuestros pecados.
Sigue un momento de silencio, para examen de conciencia y confesión de pecados. Después:
G: Dios misericordioso: confesamos que estamos esclavizados por el pecado, y no podemos liberarnos a nosotros mismos. Hemos pecado contra ti en pensamiento, palabra y obra; en lo que hemos hecho y en lo que hemos dejado de hacer. No te hemos amado de todo corazón, no hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por tu Hijo Jesucristo, ten misericordia de nosotros: perdónanos, renuévanos y dirígenos, pues queremos hacer tu voluntad y caminar por tus sendas, para la gloria de tu santo nombre. Amén.
G: Por el amor de Dios, del cual nada ni nadie nos puede apartar, Jesucristo fue dado para morir por nosotros; y, por sus méritos, Dios nos perdona todos nuestros pecados. A los que creen en Jesucristo les concede el poder de ser hijos de Dios, y les confiere su Espíritu Santo. En el nombre del Padre, y del Hijo+, y del Espíritu Santo. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA.
Saludo.
G: Hoy, domingo, día del Señor, recordamos y celebramos su resurrección de entre los muertos, el día en que pisoteó la muerte con su propia muerte, el día en que nos dio acceso a la vida eterna. Qué milagroso día, qué maravilloso día. E insistimos en decir “día”, signo del triunfo de la luz de Cristo sobre las tinieblas, sobre las tinieblas del miedo, de la desesperanza, del sinsentido. Esto es nuestro mayor motivo de alegría, y así es como, con corazón gozoso, cantamos:
♫ Himno de Apertura: Buen Jesús: estamos aquí (Culto Cristiano, Nº 285).
Del Salmo 63:
G: Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente.
Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Te he visto en el santuario y he contemplado tu poder y tu gloria.
Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán.
Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré.
Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te alabará mi boca.
En mi lecho me acuerdo de ti; pienso en ti toda la noche.
A la sombra de tus alas cantaré, porque tú eres mi ayuda.
Mi alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene.
Los que buscan mi muerte serán destruidos; bajarán a las profundidades de la tierra.
Serán entregados a la espada y acabarán devorados por los chacales.
El rey se regocijará en Dios; todos los que invocan a Dios lo alabarán, pero los mentirosos serán silenciados.
G: ¡Adoremos al Señor! ♫ Gloria sea al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era al principio es ahora siempre. Por los siglos de los siglos. Amén.
G: Señor, ten piedad de nosotros. ♫ Señor, ten piedad de nosotros.
G: Cristo, ten piedad de nosotros. ♫ Cristo, ten piedad de nosotros.
G: Señor, ten piedad de nosotros. ♫ Señor, ten piedad de nosotros.
G: ¡Gloria a Dios en las alturas! ♫ En la tierra paz y a los hombres buena voluntad.
Oración del Día.
G: El Señor esté con ustedes. Y también contigo.
G: Oremos. Señor: que nuestros corazones estén en un mismo sentir: amando lo que tú mandas, deseando lo que tú prometes. Para que en medio de los cambios que experimentamos en el mundo, permanezcamos fieles a ti, que eres la fuente de la verdadera vida. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por la eternidad. Amén.
Evangelio: Juan 4:5-42.
Juan 4:5-42 Traducción en lenguaje actual (TLA)
5 En esa región llegó a un pueblo llamado Sicar. Cerca de allí había un pozo de agua que hacía mucho tiempo había pertenecido a Jacob.[a] Cuando Jacob murió, el nuevo dueño del terreno donde estaba ese pozo fue su hijo José.
6 Eran como las doce del día, y Jesús estaba cansado del viaje. Por eso se sentó a la orilla del pozo, 7-8 mientras los discípulos iban al pueblo a comprar comida.
En eso, una mujer de Samaria llegó a sacar agua del pozo. Jesús le dijo a la mujer:
—Dame un poco de agua.
9 Como los judíos no se llevaban bien con los de Samaria,[b] la mujer le preguntó:
—¡Pero si usted es judío! ¿Cómo es que me pide agua a mí, que soy samaritana?
10 Jesús le respondió:
—Tú no sabes lo que Dios quiere darte, y tampoco sabes quién soy yo. Si lo supieras, tú me pedirías agua, y yo te daría el agua que da vida.
11 La mujer le dijo:
—Señor, ni siquiera tiene usted con qué sacar agua de este pozo profundo. ¿Cómo va a darme esa agua? 12 Hace mucho tiempo nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo. Él, sus hijos y sus rebaños bebían agua de aquí. ¿Acaso es usted más importante que Jacob?
13 Jesús le contestó:
—Cualquiera que bebe del agua de este pozo vuelve a tener sed, 14 pero el que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna.
15 Entonces la mujer le dijo:
—Señor, déme usted de esa agua, para que yo no vuelva a tener sed, ni tenga que venir aquí a sacarla.
16 Jesús le dijo:
—Ve a llamar a tu esposo y regresa aquí con él.
17 —No tengo esposo —respondió la mujer.
Jesús le dijo:
—Es cierto, 18 porque has tenido cinco, y el hombre con el que ahora vives no es tu esposo.
19 Al oír esto, la mujer le dijo:
—Señor, me parece que usted es un profeta. 20 Desde hace mucho tiempo mis antepasados han adorado a Dios en este cerro,[c] pero ustedes los judíos dicen que se debe adorar a Dios en Jerusalén.
21 Jesús le contestó:
—Créeme, mujer, pronto llegará el tiempo cuando, para adorar a Dios, nadie tendrá que venir a este cerro ni ir a Jerusalén. 22 Ustedes los samaritanos no saben a quién adoran. Pero nosotros los judíos sí sabemos a quién adoramos. Porque el salvador saldrá de los judíos. 23-24 Dios es espíritu, y los que lo adoran, para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!
25 La mujer le dijo:
—Yo sé que va a venir el Mesías, a quien también llamamos el Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas.
26 Jesús le dijo:
—Yo soy el Mesías. Yo soy, el que habla contigo.
27 En ese momento llegaron los discípulos de Jesús, y se extrañaron de ver que hablaba con una mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué conversaba con ella.
28 La mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y le dijo a la gente: 29 «Vengan a ver a un hombre que sabe todo lo que he hecho en la vida. ¡Podría ser el Mesías!»
30 Entonces la gente salió del pueblo y fue a buscar a Jesús.
31 Mientras esto sucedía, los discípulos le rogaban a Jesús:
—Maestro, por favor, come algo.
32 Pero él les dijo:
—Yo tengo una comida que ustedes no conocen.
33 Los discípulos se preguntaban: «¿Será que alguien le trajo comida?» 34 Pero Jesús les dijo:
«Mi comida es obedecer a Dios, y completar el trabajo que él me envió a hacer.
35 »Después de sembrar el trigo, ustedes dicen: “Dentro de cuatro meses recogeremos la cosecha.” Fíjense bien: toda esa gente que viene es como un campo de trigo que ya está listo para la cosecha. 36 Dios premiará a los que trabajan recogiendo toda esta cosecha de gente, pues todos tendrán vida eterna. Así, el que sembró el campo y los que recojan la cosecha se alegrarán juntos.37 Es cierto lo que dice el refrán: “Uno es el que siembra, y otro el que cosecha.”38 Yo los envío a cosechar lo que a ustedes no les costó ningún trabajo sembrar. Otros invitaron a toda esta gente a venir, y ustedes se han beneficiado del trabajo de ellos.»
39 Mucha gente que vivía en ese pueblo de Samaria creyó en Jesús, porque la mujer les había dicho: «Él sabe todo lo que he hecho en la vida.» 40 Por eso, cuando la gente del pueblo llegó a donde estaba Jesús, le rogó que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, 41 y muchas otras personas creyeron al oír lo que él decía. 42 La gente le dijo a la mujer: «Ahora creemos, no por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído; y sabemos que en verdad él es el Salvador del mundo.»
Después de la lectura:
L: Alabado sea nuestro Señor Jesucristo, ¡Aleluya! ♫ Aleluya, aleluya, aleluya.
Reflexión Bíblica:
Jesús conversando con una mujer samaritana. Un hecho raro para su propia gente, poco grato, y por qué no decirlo, al borde de lo escandaloso.
¿Por qué? Los judíos y los samaritanos de aquella época “no se trataban”. Entre ellos latía un viejo conflicto político-religioso-social, que se mantenía por siglos y que, en sus inicios, dividió al país en dos: el reino de Israel, en el norte (con capital en Samaria) y Judea en el sur (con capital en Jerusalén). Judíos y samaritanos creen en el mismo Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero con distintos énfasis; ambos creen tener la razón, y acusan a los otros de impuros, infieles y traidores. Con el paso del tiempo, las diferencias se agudizan, las posturas se radicalizan, y las relaciones entre los ciudadanos comunes y corrientes se ven cada vez más afectadas, en forma negativa: surgen rivalidades, hostigamientos y odios… Y así es como llegamos al momento en que “dejan de tratarse”.
¿Cómo se llega a este estado? ¿Pueden o deben ser nuestras diferencias motivo para “no tratarnos” y prescindir los unos de los otros?
Jesús, tal como ayer, hoy desaprueba todo lo que divide a los seres humanos, todo lo que limita la comunión, todo lo que entorpece el buen vivir (por ejemplo, prejuicios de género, políticos, ideológicos, religiosos, culturales, etc.); y como ayer, hoy quiere demoler esos muros. Uso a propósito el verbo “demoler”, pues creo que refleja con mayor precisión la obra de Jesús en esta historia, tanto en la mujer samaritana como en los testigos del encuentro; y también, porque refleja lo que quiere para nosotros. ¿Qué quiere? Dios quiere que seamos discípulos “en espíritu y en verdad”. ¿Qué significa esto? Jesús critica a los que distorsionan a Dios, y lo transforman en algo trivial y lo centran en lo externo (por ejemplo, en un templo, en una tradición, en un sistema ritual vaciado de sentido); y luego de la crítica, propone la más profunda de las transformaciones, la del corazón, que es el único lugar donde Él quiere habitar. Esta transformación es la demolición de los muros que cortan caminos, que limitan, que separan. Pero, demoler no es cosa de un momento; no es tan simple como tomar una decisión y decir “nunca más”. Es un proceso. Bien sabemos que hay muros más altos y más sólidos que otros, y que requieren mucho más trabajo. Y es aquí donde Jesús nos ofrece del agua que da vida, es aquí donde se dispone para nosotros: para formarnos, para dialogar, para caminar, para demoler los muros ladrillo por ladrillo.
Hermanos y hermanas: sólo con la ayuda de Jesús, por su inspiración, pueden caer los ladrillos del desamor, del odio, de la indiferencia, y reabrirse los caminos de fraternidad y amor mutuo. En nuestro mundo de muros, demolerlos es un acto tan radical como fue para Jesús ir a Samaria y pedir de beber a la mujer de la historia. Hoy nos toca hacer lo mismo. Vamos a Samaria. El Señor lo pide, nos pide ir más allá de nosotros mismos; y no sólo promete mostrarnos el camino, también ir a nuestro lado alumbrándolo. Amén.
♫ Himno del Día: Cristo Jesús (Taizé).
Confesión de Fe.
Confesamos nuestra fe con las palabras del Credo Apostólico.
Oración General de la Iglesia.
En este momento, oramos como iglesia. Lo hacemos en comunión con los hermanos que agradecen y ruegan confiados a Dios a través de todo el mundo, y como comunidad doméstica, tal como los primeros cristianos. Es una oración que refleja nuestra súplica comunitaria.
Quien guía puede dirigir oraciones, o dar la oportunidad para que cada participante también lo haga. Podemos agradecer y pedir por: el día vivido, la iglesia, las familias, nosotros mismos, el país, el mundo, los gobernantes, los enfermos, los motivos personales, etc. La oración por los motivos personales se puede hacer en silencio.
G: Oremos.
Después de cada oración:
G: Dios de amor, escucha nuestra plegaria.
Al finalizar las oraciones:
G: Confiados en la gracia de Dios, oremos como Jesús nos enseñó. (Padre nuestro).
Saludo de Paz.
G: La paz del Señor sea siempre con ustedes. Y también contigo.
Los presentes pueden saludarse deseándose la Paz del Señor.
Bendición.
G: Que el Señor vaya delante de ti, para mostrarte el camino correcto.
Que el Señor vaya junto a ti, para abrazarte y protegerte de los peligros de tu alrededor.
Que el Señor vaya detrás de ti, para protegerte de la maldad de personas malvadas.
Que el Señor vaya debajo de ti, para levantarte cuando caigas, y para librarte del lazo que te han puesto para hacerte caer.
Que el Señor vaya en ti, para consolarte cuando estés triste.
Que el Señor esté a tu alrededor, para protegerte cuando gente mal intencionada se abalance contra ti para dañarte.
Que el Señor vaya sobre ti, para bendecirte.
Así, pues, te bendiga el buen Dios: Hoy, Mañana y Siempre.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
♫ Himno de Envío: Busca la paz (Libro de Liturgia y Cántico, Nº 510).
Envío.
G: Vayan en la paz del Señor y sírvanle. Demos gracias a Dios.