Culto 18 de julio – VII Domingo después de Trinidad
Teólogo Karl Michael, Iglesia Luterana en Santiago
Saludos:
Queridos hermanos, queridas hermanas, sean muy bienvenidos a este séptimo domingo después de Trinidad. Espero que, a pesar de la distancia, podamos tener un bonito encuentro con Dios en este tiempo.
La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, que nos ama y cuida con cariño como un padre y una madre, y la comunión del Espíritu Santo, que nos consuela, anima y orienta, están con todos nosotros siempre, y especialmente en este momento.
Amén.
En ese amor les invito a leer el texto del Evangelio para el día de hoy.
Lectura:
Juan 6. 1-15
1 Después de esto, Jesús se dirigió al otro lado del lago de Galilea, el lago de Tiberias. 2 Y una gran multitud lo seguía, porque veía las señales que hacía en los enfermos. 3 Entonces Jesús subió a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. 4 Ya estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. 5 Cuando Jesús alzó la vista y vio que una gran multitud se acercaba a él, le dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan, para que éstos coman?»6 Pero decía esto para ponerlo a prueba, pues él ya sabía lo que estaba por hacer. 7 Felipe le respondió: «Ni doscientos denarios de pan bastarían para que cada uno de ellos recibiera un poco.» 8 Andrés, que era hermano de Simón Pedro y uno de sus discípulos, le dijo: 9 «Aquí está un niño, que tiene cinco panes de cebada y dos pescados pequeños; pero ¿qué es esto para tanta gente?» 10 Entonces Jesús dijo: «Hagan que la gente se recueste.» Había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como cinco mil hombres. 11 Jesús tomó aquellos panes, y luego de dar gracias los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados. Esto mismo hizo con los pescados, y les dio cuanto querían. 12 Cuando quedaron saciados, les dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.» 13 Entonces ellos los recogieron, y con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada a los que habían comido, llenaron doce cestas. 14 Al ver aquellos hombres la señal que Jesús había hecho, dijeron: «Verdaderamente, éste es el profeta que había de venir al mundo.» 15 Cuando Jesús se dio cuenta de que iban a venir para apoderarse de él y hacerlo rey, volvió a retirarse al monte él solo.
Canción:
“Danos, Señor, de esos panes” de Carlos Rosas
Reflexión:
¿Hemos sentido falta de confianza alguna vez? ¿Nos ha invadido el miedo ante aquello que parece incierto? Con estas preguntas, les invito a que leamos el texto de la prédica para este domingo, el cual se encuentra en 1 Reyes 17. 1-16
Elías, un tisbita que vivía en Galaad, fue a decirle a Ajab: «Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que en los años que vienen no va a llover, y ni siquiera va a caer rocío, a menos que yo lo diga.» 2 Además, la palabra del Señor vino a Elías y le dijo: 3 «Sal de este lugar y vete al oriente; escóndete allí, cerca del arroyo de Querit, frente al río Jordán. 4 Saciarás tu sed en el arroyo, y ya he mandado a los cuervos que te lleven de comer.» 5 Elías fue obediente a la palabra del Señor, y se fue a vivir cerca del arroyo de Querit, frente al río Jordán. 6 Los cuervos llegaban por la mañana y por la tarde, y le llevaban pan y carne, y él bebía agua del arroyo. 7 Pero después de algunos días el arroyo se secó, porque no había llovido sobre la tierra. Elías y la viuda de Sarepta 8 La palabra del Señor vino a Elías y le dijo: 9 «Deja este lugar y vete a vivir por algún tiempo en Sarepta de Sidón. Ya he dispuesto que una viuda que allí vive te dé de comer.» 10 Elías abandonó ese lugar y partió a Sarepta. Cuando llegó a la entrada de la ciudad, vio a una mujer que recogía leña. Era viuda. Elías la llamó y le dijo: «Te ruego que me des a beber un vaso de agua.» 11 Ya iba la mujer por el agua, cuando Elías la llamó y le dijo: «También te ruego que me traigas un poco de pan.» 12 Pero ella le respondió: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no he cocido pan. Sólo me queda un poco de harina en la tinaja, y unas gotas de aceite en una vasija. Con los leños que me viste recoger, voy a cocer el último pan para mi hijo y para mí. Después de comerlo, nos dejaremos morir.» 13 Pero Elías le dijo: «No tengas miedo. Ve y haz lo que quieres hacer, pero antes cuece una pequeña torta bajo el rescoldo, y tráemela; después cocerás pan para ti y para tu hijo. 14 El Señor, el Dios de Israel, me ha dicho: “No va a faltar harina en la tinaja, ni va a disminuir el aceite de la vasija, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.”» 15 La viuda hizo lo que Elías le dijo, y los tres comieron durante muchos días. 16 Y tal y como el Señor se lo prometió a Elías, no faltó harina en la tinaja ni bajó de nivel el aceite en la vasija.
En nuestro texto vemos que hay una gran sequía que afecta Israel. Una sequía que es mandada por Dios como una señal en contra de los gobernantes de aquella época: Ajab y su esposa Jezabel, quien adoraba al dios Baal e introdujo su culto en Israel.
Es en ese contexto que Dios le dice a Elías que se vaya a vivir cerca del arroyo de Querit, y que serían los cuervos quienes lo alimentarían. ¡Qué confianza la de Elías! Y luego de esto Dios le dice a Elías que salga de allí, ya que el arroyo se había secado, y que se dirigiera a Sarepta de Sidón, en la región de Fenicia, donde encontraría a una viuda y su hijo.
Pensemos en que una viuda, en esta época, era una persona en general vulnerable, y ahora aún más por el contexto de la sequía. Cuando vemos que Elías le pide que le haga un pan, probablemente por el largo viaje que había hecho, la mujer le responde que no tiene suficiente harina y aceite, y que ella haría el último pan y que lo comería con su hijo y luego se dejarían morir. Vemos que esta mujer ya había perdido toda esperanza en la vida. Estaba lista para entregarse a la muerte por lo precaria de su situación. Era presa del miedo.
Sin embargo, Elías, en un acto de esperanza, le pide que le cocine un pequeño pan a él, y que luego se cocine a ella y su hijo. Dios le promete a la mujer: “no va a faltar harina en la tinaja, ni va a disminuir el aceite de la vasija, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra”. ¡Qué palabras más fuertes! Y la mujer le hizo caso a Elías, confío en la palabra que Dios le había transmitido. Y asimismo sucedió. La viuda, su hijo y Elías comieron durante muchos días, y la harina y el aceite no disminuyeron.
¿Que habrá pensado esta viuda cuando Elías le dice que Dios le proveerá y no le faltará que comer? ¿Habrá dudado un poco? ¿O simplemente confiado, ya que no tenía nada que perder? ¿Nos habremos sentido alguna vez como esta mujer? ¿Con miedo acerca de lo que vendrá?
No puedo dejar de acordarme cuando viajé a Brasil para estudiar teología. Iba a otro país, a una ciudad desconocida. Iría a conocer nuevas personas y tener que aprender un nuevo idioma. Tenía cierto temor por lo que vendría, pero al mismo tiempo estaba confiado en que me esperaba un buen lugar y que sería acogido. Aún así muchas veces se nos hace difícil confiar y dar un paso hacia adelante. Especialmente cuando la vida nos coloca en encrucijadas, y debemos tomar una decisión importante.
Con esto me acuerdo de un documental que vi recientemente, From stress to hapiness, donde entrevistan a un monje católico y le preguntan sobre la confianza en la vida, en Dios. Parafraseando, él responde que Dios nos invita a confiar en él constantemente. Es como cuando tomamos una taza de café, un acto tan simple y cotidiano. Podemos saber de que está compuesto el café, y hasta cómo nuestro sistema digestivo lo digiere, pero no estamos preocupados y conscientes todo el tiempo de cómo este proceso ocurre. Confiamos en que nuestro cuerpo hará su trabajo. De alguna forma podemos llevar esto a otros espacios de la vida. Podemos confiar en que Dios nos sostiene y nos lleva. Esto no significa que dejemos de hacer cosas (así como el café necesita ser preparado), pero muchas veces hay situaciones que escapan de nuestro control y en las cuales simplemente nos cabe confiar.
Así como Jesús, en el texto del Evangelio, sació el hambre de toda una multitud. Dios hoy también nos sacia. Dios actúa muchas veces de maneras misteriosas e inimaginables que nos son difíciles de entender y a través de las cuales nos alimenta. Algunas veces son las personas que están a nuestro alrededor las que nos traen esa palabra de confianza y de nueva vitalidad a nosotros, transformándose en nuestros Elías. Otras veces nosotros somos los Elías para otras personas. En otras situaciones tenemos el pan y los peces para alimentarnos, pero no sabemos cómo multiplicarlos, y es ahí cuando viene nuestro Jesús. La invitación que les hago hoy es a que reflexionemos sobre qué es lo que nos impide dar esos pasos de confianza y al mismo cómo el buen Dios nos invita a que le sigamos e confiemos en Él.
Que Dios nos guarde y proteja en este día, y nos guíe por sus caminos con confianza en su amor y sabiduría. Amén.
Canción:
“Mi luz y mi salvación” de Santiago Fernández
Oración:
(Realizada por Robinson Reyes)
Señor, estamos en el mundo, muchas veces enfrentados al mal, a las crisis, a la desazón, a la desesperanza. Inseguros y desorientados. Pero sabemos que en ti podemos superar todo aquello. Y por eso te rogamos que nos concedas ser como Elías, porque Tú también eres el Dios nuestro. Queremos ir donde Tú nos mandes y hacer lo que Tú nos dices, pues sabemos que tus caminos son perfectos, que en tus palabras hay vida, que ellas son el pan que nos puede saciar. No necesitamos más. Con tu amor lo tenemos todo. Sin embargo, aunque lo sabemos y estamos convencidos de ello, dudamos, y esto nos separa de ti y nos hace tambalear. Por eso también te pedimos que aumentes nuestra fe. Te lo pedimos de todo corazón, reconociendo que no sabemos orar y que solo por tu infinita misericordia hayamos gracia. Y sí, seguros de esto. De que nos concederás lo que es bueno, nos dirigimos a ti. Y lo hacemos como Jesús nos enseñó. Padre Nuestro…
Bendición:
Que los caminos se abran a tu encuentro,
que el sol brille sobre tu rostro,
que la lluvia caiga suave sobre tus campos,
que el viento sople siempre a tu espalda.
Y hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarda en la palma de su mano.
¡Bendiciones y un buen domingo para todos ustedes!