Pra. Hanna Schramm – Iglesia Luterana en Santiago
Prédica sobre 1 Cor 14,1-12
I.
Recuerdo momentos desafiantes como estudiante de teología cuando tenía que leer un texto teológico complejo. Sufría porque leía y releía varias frases y no entendía mucho. Armada con lápices de distintos colores, marcaba las palabras y hacía notas al lado. A veces me frustraba que en tanto tiempo solo había avanzado poco. Me desanimaba y me preguntaba por qué muchos autores teólogos se expresan de manera tan poco accesible.
Quien no conoce estos términos y no comprende estas frases largas, queda atrás.
II.
El primer teólogo del cristianismo también es conocido por sus formulaciones complejas. Pero él tuvo una meta principal: hacer llegar el evangelio de Jesucristo a la máxima cantidad de personas posible. Por esto escribió cartas, viajó sin cansancio y soñó llegar hasta a España, el fin del mundo. Su arma principal eran su pasión y las palabras, inspiradas por Dios.
III.
Pablo escribe lo siguiente en 1 Cor 14,1-12 (Traducción El libro del pueblo de Dios)Procuren alcanzar ese amor, y aspiren también a los dones espirituales, sobre todo al de profecía. 2 Porque aquel que habla un lenguaje incomprensible no se dirige a los hombres sino a Dios, y nadie le entiende: dice en éxtasis cosas misteriosas. 3 En cambio, el que profetiza habla a los hombres para edificarlos, exhortarlos y reconfortarlos. 4 El que habla un lenguaje incomprensible se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a la comunidad. 5 Mi deseo es que todos ustedes tengan el don de lenguas, pero prefiero que profeticen, porque el que profetiza aventaja al que habla un lenguaje incomprensible. A no ser que este último también interprete ese lenguaje, para edificación de la comunidad.6 Supongamos, hermanos, que yo fuera a verlos y les hablara en esa forma, ¿de qué les serviría si mi palabra no les aportara ni revelación, ni ciencia, ni profecía, ni enseñanza? 7 Sucedería lo mismo que con los instrumentos de música, por ejemplo, la flauta o la cítara. Si las notas no suenan distintamente, nadie reconoce lo que se está ejecutando. 8 Y si la trompeta emite un sonido confuso, ¿quién se lanzará al combate? 9 Así les pasa a ustedes: si no hablan de manera inteligible, ¿cómo se comprenderá lo que dicen? Estarían hablando en vano. 10 No sé cuántos idiomas diversos hay en el mundo, y cada uno tiene sus propias palabras. 11 Pero si ignoro el sentido de las palabras, seré como un extranjero para el que me habla y él lo será para mí. 12 Así, ya que ustedes ambicionan tanto los dones espirituales, procuren abundar en aquellos que sirven para edificación de la comunidad.
IV.
Pablo había observado que en la comunidad de Corinto se valoraba mucho la práctica de hablar en lenguas. Era una forma de experimentar a Dios, pero muy individual y subjetivo. Quizás la sobrevalorización de esta práctica llevó a esta comunidad a vivir divisiones que Pablo menciona en la misma carta. Pablo desea que cada comunidad se mantenga unida y crezca internamente y hacia afuera. Entonces llama a hacer conocer a Dios de manera comprensible para cada persona y quitar todo tipo de barrera lingüística.
Pablo pregunta: ¿de qué les serviría si mi palabra no les aportara ni revelación, ni ciencia, ni profecía, ni enseñanza? : si no hablan de manera inteligible, ¿cómo se comprenderá lo que dicen?
¿Qué significa esto en la vida comunitaria de la iglesia hoy?
Pienso en las nuevas formas de contar el evangelio a través de Instagram o Youtube, donde teólogos jóvenes se dirigen en un lenguaje moderno y cercano a un público joven y distante a religión e iglesia. Están convencidos que no pueden hablar con la misma retórica de la iglesia desde hace 40 años. Mirar al hocico del pueblo, como lo hizo Lutero cuando tradujo la Biblia, expresarse en la manera como se habla la mayoría de la población.
V.
¿Pero es tan fácil?
¿No se corre el peligro de que se reduzca el evangelio si lo decimos de manera simple?
¿No se decae el lenguaje si hablamos como el pueblo, si nos bajamos a su nivel?
¿No es Dios inalcanzable e incomprensible y radicalmente distinto sobre quien en realidad no podemos hablar como postuló el teólogo Karl Barth?
¿No es el hablar en lenguas justamente una expresión del misterio de Dios?
¿Será que por esto nuestro lenguaje teológico y eclesiástico siempre es pesado y tiene que ser así para expresar la trascendencia de Dios?
VI.
Me hace sentido. Pero por otro lado todo hablar sobre Dios sería sólo para un pequeño círculo exclusivo.
El mismo Karl Barth, dijo esta paradoja: no podemos, pero TENEMOS que hablar de Dios.
Pues Jesús mismo no se quedó en lo misterioso, escondido, exclusivo. El revela a Dios, él es la luz que ilumina lo divino. Jesús también habló en el lenguaje del pueblo y se acercó a los más sencillos y menos educados, a la masa.
La Biblia cuenta que Jesús estaba consciente del desafío de la interpretación de las palabras cuando explica el significado de la parábola del sembrador. Jesús usó términos cercanos y comprensibles, cómo Abba, Papá. Y sobre todo mostró con hechos concretos qué es lo que Dios quiere para nosotros. El acto más gráfico es su muerte de entrega en la cruz. De esta manera Jesús edificó y consoló a las personas con el lenguaje de sus actos.
Desde Jesús tenemos el mandato de compartir su amor y facilitar a todas las personas la participación en la comunidad que se construye en torno de su amor.
Además cuando alguien llega a comprender algo nuevo, aumenta sus conocimientos y habilidades, crece la posibilidad de tener más empatía por el otro y de esta forma se fortalece la comunidad.
Y al contrario, hemos visto, últimamente en tiempos de la pandemia, que cuando un gran grupo de personas no tiene acceso o no comprende una información, se daña enormemente la convivencia y el bienestar de las personas.
VII.
¿Cómo podemos, entonces, contribuir a los procesos de comprensión? ¿Cómo podemos comunicarnos sobre los asuntos de la fe fomentando la comprensión y al mismo tiempo enriqueciendo el lenguaje y la capacidad de expresión?
Pienso cómo los niños desarrollan el lenguaje y la comprensión. Con mis hijos me doy cuenta que no se genera por sí solo. Es trabajo. Es constante conversar, repetir, incorporar nuevas palabras, es explicar y graficar de nuevo lo que significar tal y tal expresión en el lenguaje de los niños y en diversas experiencias lingüísticas.
Así también tenemos que trabajar conscientemente el lenguaje de la fe. Tenemos que aprender las formas de expresión de otros lenguajes e incorporarlas en nuestro lenguaje. Pero también hay que velar por la precisión y entrar en diálogo sobre el significado de las palabras. El lenguaje es algo dinámico que cambia constantemente. A muchas palabras se les atribuye más que un significado. La forma de expresarse no es algo que un grupo de élite impone, sino se construye en largos procesos comunitarios. Coexisten distintas formas de expresión. A veces se cambian formas de hablar de manera voluntaria, porque se descubre nuevas formas de expresión que hacen más sentido o porque las formas antiguas discriminan y hieren, porque representan opresión y violencia. Y cuando es así tenemos que hacer el esfuerzo de probar y usar el lenguaje con el cual probablemente más se identifican las personas con las cuales queremos comunicar. Solo de esta manera podemos realmente edificar y consolar sin excluir.
Por esto, les quiero invitar a reflexionar y dialogar sobre el lenguaje con respeto, con cariño, con curiosidad y con amor como motor principal tal como nos pide Pablo. Como siempre, están invitados a dejar sus comentarios.
Y la paz de Dios que sobrepuja nuestro entendimiento guarde nuestras mentes y nuestros corazones en Cristo Jesús. Amen