Ob. Alexis Salgado | Comunidad Luterana en Osorno
Daniel 9:4-5 y 16 al 19
Tres veces oraba, Daniel en el día, decía una canción que cantábamos cuando era niños. Y me imaginaba la historia de Daniel y sus otros 3 amigos, quienes fueron llevados en calidad de sometidos, al imperio Babilónico, a un contexto muy adverso para con su fe. El pueblo de Israel había sido sitiado por Nabucodonosor, y un dato muy interesando, la Biblia nos dice que Dios permitió que el pueblo de Israel cayera en mano de sus enemigos. Estos fueron deportados desde Palestina hasta los márgenes del Éufrates.
Nabucodonsor, tomó parte de los jóvenes más nobles para llevárselos a Mesopotamia y transculturizarlos, y enseñarles la cultura babilónica. Daniel, en este contexto, se propuso no contaminarse con la comida, ni cultura, y no olvidar la religión del Dios de la Biblia. Historia que nos habla de la integridad de las personas, de los valores que se han entregado a la sociedad y que hoy es tan fácil darlos vuelta, la historia, en este tema de Daniel, es muy atingente frente a toda la sociedad porque faltan jóvenes y personas en general que autodefinan sus convicciones, o como dice la biblia como Daniel propuso en su corazón ser fiel a Dios, de lo contrario, tendremos una sociedad que vaya de un lado a otro, donde otro piense por uno, donde los que forman a nuestras nuevas generaciones serán las redes sociales, y los llamados “influencer” serán los profesores de las corrientes de moda. Esto, es un despeñadero donde no hay metas claras, donde la gente quiere castigar a las instituciones religiosas pero, conscientes o no, -de paso- se alejan, también, de Dios mismo.
Luego de varios años, donde -ahora- lideraba un nuevo rey, Darío (538 a.C.), a Daniel se le da a entender que el castigo de este tiempo donde el pueblo estuvo expatriado por tantos años, iba a durar 70 años. Es aquí donde Daniel ora. He aquí un líder que, más que salir apurando procesos, quiere obtener sabiduría en la oración.
Daniel nos invita a ver todo el panorama, de ir más allá de nuestras experiencias incidentales, nos invita a ver la mano de Dios obrando en todo el universo, donde el centro de ese universo no somos nosotros, sino Dios; y, en la oración -Daniel- encuentra esa optica.
Hoy, domingo de Rogate, donde le damos más importancia a la oración, podemos, efectivamente encontrar no solo consuelo en ella, sino también respuestas y una comunicación espiritual con Dios.
Si, comunicación porque eso es lo que nos falta a pesar de la gran cantidad de medios de comunicación. Sabemos que Dios nos habla en forma especial a través de su Palabra, pero nosotros podemos tener una conversación con el Creador, quien se vuelve cercano a sus hijos e hijas. Es una disciplina que es fundamental en nuestra relación con Dios, así como cualquier relación basada en esa comunicación se vuelve viva y vigorosa. Así que si Ud. quiere acercarse a Dios: ore.
¿Sabemos orar? No lo pregunto por como llevar adelante la estructura de una oración, uno escucha hermosas oraciones a Dios y las admiramos, pero ¿sabe pedirle? El apóstol Pablo nos señala que no sabemos, en el libro de Romanos 8:26 dice: “No sabemos que pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cual es la intención del Espíritu porque el Espíritu intercede por os creyentes conforme a la voluntad de Dios.” Un misterio muy hermoso, pues, es como decir que, aunque pidamos algo que no corresponde, Dios toma nuestras oraciones y las lleva al padre, a través de un lenguaje, un código que no entendemos, y las transforma de acuerdo con su Voluntad. Uno se puede preguntar, entonces ¿para qué oro? Y es que Dios -me imagino- nos ve como los padres ven a su bebé, donde quieren escuchar esa primera palabra: mamá o papá, o las primeras palabras, imperfectas; creo que el corazón de Dios es así, no importa lo que digamos o como lo digamos, lo importante es que hay comunicación con Él. ¡Qué potente! O sea, Pablo nos está diciendo que somos como niños que, a veces, pedimos por nuestros deseos, caprichos. Pero Dios trabaja no solo con nosotros sino más allá de nosotros, pues sólo él puede configurar lo que es beneficioso para con sus hijos e hijas.
Pero veamos un par de características de la oración de Daniel y quiero comenzar -como les pregunto a veces a mis confirmandos- ¿qué respuesta -de seguro- Dios responde positivamente en una oración?
1.- Reconocer y arrepentirse: Daniel nos da una orientación, y es que la oración debe ser parte de nuestra renovación, y para ser renovados debo reconocer que debo cambiar; que hay un antes y un después, a pesar que uno puede acomodar la historia frente a Dios, como lo podía hacer el pueblo de Israel, diciendo “pobrecito de nosotros, que Dios nos ayude debido a los malos días que hemos pasado”; pero no, lo primero que hace el profeta es reconocer que el pueblo ha pecado y que Dios ha sido justo y que hemos sido nosotros los que nos hemos apartado, así como aquel Padre en la parábola que espera al hijo que llega destruído. Eso nos permite arrepentirnos; es un buen inicio para recomenzar esta relación, porque nos permite dejar esa maldad en la cruz del Calvario como quien lleva una mochila y la descarga, y comenzar esta carrera de la mejor forma posible.
2.- Otra de las características de esta oración es que Daniel apela no a los méritos del pueblo, no a lo que el ser humano ha entregado, sino a lo que Dios ha dado y esa son sus promesas. Nosotros estamos aquí gracias a las promesas de Dios. Por un lado, debido a esa Gracia Común, aquella que nos llega a todos, independiente de la fe, Dios hace salir el sol sobre justos e injustos, da la lluvia, las estaciones del año, renueva la tierra con los volcanes y provoca el alimento anual. Pero más allá, Dios ha dado una promesa especial, una Gracia Especial es aquella donde hemos colocado nuestra fe y esperanza, a saber, en nuestro Salvador Jesucristo, él mismo es el centro de esta gracia Especial de Dios, es el favor inmerecido de Dios mediante el cual él redime y salva, así recibimos su Espíritu, la fe, el Bautismo, la Santa Cena y su Palabra. Estos regalos pertenecen a aquellos que elevan su voz ante el rostro todopoderoso y se colocan en sus manos.
Estas dos actitudes, pedir perdón y apelar a sus promesas, son las que Daniel nos invita, pues ellas nos dicen a nuestra conciencia que, durante las 24 horas del día, estamos dependiendo de Dios, y que él cumple más allá de nuestras expectativas.
Así como la alabanza, la oración tampoco hace más grande a Dios, él no la necesita, sino que a través de ella tomamos conciencia que todo tiene un sentido en la vida, nos motiva a ver las cosas desde el punto de vista divino.
Por último, la oración nos conecta con lo eterno, con lo invisible, con lo no medible, nos saca de nuestras cosas que se ven y de nuestros trabajos diarios para mostrarnos esa otra realidad que se ve con los ojos de la fe, nos muestra a Dios, y a ese Dios de amor que no quiere una relación, no a medias, sino completa, sana, buena y sostenible.
Hoy celebramos a nuestras madres, precisamente, una de las cosas que queremos tener es esa buena relación de conversación. Ellas representan a ese Dios que solo trasunta amor y compasión, y quien quiere lo mejor para sus hijos. Por ellas, y por esta relación yo les invito, precisamente en rogate, a orar en estos momentos a Dios.