Vicario Robinson Reyes, Iglesia Luterana en Santiago
9 ¿Acaso no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se equivoquen: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se acuestan con hombres, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los malhablados, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y eso eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
12 Todo me está permitido, pero no todo me conviene. Todo me está permitido, pero no permitiré que nada me domine. 13 Los alimentos son para el estómago, y el estómago es para los alimentos, pero Dios destruirá tanto al uno como a los otros. Y el cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. 14 Y así como Dios levantó al Señor, también nos levantará a nosotros con su poder. 15 ¿Acaso no saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy entonces a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera! 16 ¿Acaso no saben que el que se une con una prostituta se hace un solo cuerpo con ella? La Escritura dice: «Los dos serán un solo ser». 17 Pero el que se une al Señor, es un espíritu con él.18 Huyan de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, ocurre fuera del cuerpo; pero el que comete inmoralidad sexual peca contra su propio cuerpo. 19 ¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos? 20 Porque ustedes han sido comprados; el precio de ustedes ya ha sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios.
REFLEXIÓN BÍBLICA: 1 Corintios 6:9-20.
Gracia y paz, de Dios nuestro Padre, y de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
“No se engañen a sí mismos: los injustos, los que permanecen en la maldad, no entrarán en el Reino de Dios” –comienza diciendo el apóstol. Luego, brinda una lista de conductas pecaminosas, que grafican la realidad de la iglesia de Corinto (los destinatarios originales de su carta); pero, al mismo tiempo, les recuerda que ellos ya no son injustos, pues han sido purificados, consagrados y absueltos por Dios; no obstante, deben huir de tales comportamientos para no recaer.
El planteamiento de Pablo es una provocación. Miren: brinda una lista de conductas pecaminosas, donde, al mismo tiempo, incluye pecados personales o “privados” y pecados “sociales” (ladrones, maldicientes, estafadores). Es decir, nadie se escapa. La exhortación es para todos. Todos deben reconocer sus males; arrepentirse y cambiar su forma de pensar y de obrar. Todos necesitan ser convertidos por Dios, y ser transformados profundamente por la fe, para no vivir engañados.
Esto es muy importante en los tiempos actuales, donde cada día cobran mayor relevancia ciertas doctrinas filosóficas bastante raras. Un ejemplo: “todo vale”. “No me cuestiones, no me digas nada, yo hago lo que quiero. Mientras yo me sienta bien, y no considere que estoy equivocado, no hay problema”. En el fondo: yo mismo soy la medida de todas las cosas.
Así también era en la iglesia de Corinto: “todo nos está permitido” –le enrostraban a Pablo. ¡Qué nivel de libertad! Pero, ¿tiene esta libertad alguna relación con la libertad cristiana?
El apóstol responde: “pueden hacer lo que quieran”. Sin embargo, “no todo es conveniente”. Todo me está permitido; pero yo, que soy libre en Cristo, no me dejaré gobernar por ninguna de esas cosas; pues, esclavizan, deshumanizan, atentan contra mi dignidad; atraen el mal y, lo más importante, me apartan del Señor.
Queridos/as hermanos/as: los que creemos en Cristo, debemos ser diferentes al prójimo que no cree, para bien. Lo que nos ensucia y enferma –la injusticia, la impiedad- y todo lo que nos aparta de Dios, debe ser erradicado de nuestra vida. Esto incluye, 1) dejar a un lado mis pensamientos y mis obras de maldad; 2) porque dañan a los demás, y 3) porque me hago daño a mí mismo.
¿Debo volverme un santurrón radical? No se trata de eso. El consejo del apóstol apunta al reconocimiento de lo que, por un lado, alimenta la fe, y por otro, de lo que la ahoga; de lo vivificador y de lo perecedero; de lo que conviene y de lo que no conviene. En concreto, hermanos/as, implica el autoexamen permanente. Revisar nuestro estilo de vida, nuestras creencias y nuestros actos. ¿Cómo? A la luz de la Palabra de Dios, que es la verdadera medida para todas las cosas. Pues, sólo por su guía podremos distinguir lo que conviene, y huir de lo que no conviene; y no me dominarán los excesos, los dogmatismos, los fanatismos, las modas irreflexivas, ni nada que me incite a vivir una vida engañada, y lejos del Señor.
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestras mentes, en Cristo Jesús. Amén.