Pr. Esteban Alfaro – Iglesia Luterana en Santiago
San Mateo 17: 22-23.
22 Estando reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. 23 Lo matarán, pero al tercer día resucitará». Y los discípulos se entristecieron mucho.
Jesús, según los evangelios, anunció tres veces su muerte.
Repetir tres veces una afirmación o relato es muy propio de la cultura judaica en el contexto de las costumbres que existían en ese tiempo. Nuestro Señor anuncia su muerte tres veces para indicar la veracidad de su anuncio. En el judaísmo esta costumbre es llamada Jazaká.
En la Biblia es común que ideas y relatos se repitan tres veces, para indicar su firmeza, permanencia y solidez. Esto añade fuerza y veracidad a lo anunciado, o, al relato que se comunica. Los evangelios nos muestran que Jesús tenía claro su propósito en esta existencia. En ellos se nos enseña que desde niño tuvo noción de su destino.
Como ejemplo podemos recordar el pasaje en donde, con ocasión de una visita a Jerusalén junto a sus padres; se extravía. Luego de buscarlo con ansiedad lo encuentran en el templo conversando con los doctores de la ley. Y en medio de ellos afirma, ante la reprensión de sus padres: “¿Por qué me buscaban? ¿Acaso no saben que tengo que ocuparme en las cosas de mi Padre?”
La vida del Señor tiene ese propósito: servir a Dios y cumplir su voluntad. Esto le permite priorizar sus acciones a lo largo de los años, con el objetivo de llevar adelante su tarea redentora. En este proceso, Él integra el difícil momento de su pasión y muerte. Jesús tiene en mente de manera constante su calvario y su final. Y a pesar que pide a Dios librarlo del amargo trago de la cruz, acepta e integra en su propósito el duro momento de su muerte.
En mi imaginación veo la vida de Jesús como un camino, que a partir de sus treinta años se vuelve cada vez más empinado y difícil; y cuyo final es el Gólgota.
Pienso que de algún modo esta imagen es el paradigma de la existencia humana. Cada uno de nosotros transita su camino. Este, contiene momentos de felicidad, de angustia, de plenitud, de desaliento, etc. Si llegamos a avanzada edad, se vuelve cada vez más empinado y difícil. Y de diferentes maneras nos espera allí, nuestro Gólgota. Es nuestro destino. Y desde mi perspectiva, apoyado en la enseñanza que deja la forma en que Jesús enfrenta su destino, es sumamente importante integrarlo a nuestra vida. Generalmente evitamos pensar y proyectarnos hacia nuestro final. No es agradable y lo alejamos de nuestro cotidiano. Al ver el ejemplo de Jesús podemos aprender a entender este final como una parte importante y necesaria de nuestra vida. La perspectiva de nuestra propia cruz es desalentadora. Es verdad. A tal punto que en un momento desalentó al propio Mesías. Mas a pesar del desaliento, necesario es integrarlo. Y a partir de allí priorizar en nuestro cotidiano los aspectos fundamentales. Así como lo hizo Jesús, guardando, evidentemente, las proporciones. En la medida que tomamos conciencia de nuestro proceso biológico, es importante sumar a esa conciencia nuestro proceso espiritual, y que sea este el que oriente la comprensión de nuestra vida. Inspirados en el sólido ejemplo de Jesús.
Él, como ser humano, da un salto de fe. Confía en que la promesa de su resurrección se realizará. Y que esta se transformará en un faro para iluminar la comprensión de aquellos que decidan acercarse. Jesús confió en su Padre Celestial y en fe se entregó, y así recibió la promesa de su resurrección.
Nos invito a acercarnos a este faro y desde él iluminar todos los procesos de nuestra vida. Nos invito, tal como Jesús lo hizo, a entregarnos con fe a la promesa de Dios, quien en Cristo nos invita a la vida eterna.
Amén.