Pr. E. Kurt Gysel
Estimados hermanos, estimadas hermanas,
En estos días hemos escuchado mucho de diálogos: el mismo día de las elecciones leí en emol las siguientes líneas de Cristian Warnken, palabras que me llamaron mucho la atención. Y, aunque no use el término correspondiente, es, en la esencia una invitación al diálogo.
Pero no puedo dejar de mencionar un aspecto: Una nueva constitución, conseguida por medio de muchos diálogos, no creará nuevas personas, una sociedad renovada. Necesitamos personas renovadas en su espíritu, en sus corazones y precisamente por ello es sumamente interesante el pasaje bíblico propuesto para el domingo Trinidad cuando recordamos el misterio del Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y el mensaje de este domingo es que solamente el Dios trino, creador de todo el universo, puede crear al hombre nuevo.
El pasaje que escuchamos en la lectura es formalmente un diálogo, pero un diálogo especial entre Jesús y Nicodemo, uno de ellos el hombre verdadero, tal como Dios se lo había imaginado al crear a Adán y Eva, sin pecado, sin equivocación, sin orgullo, humilde, auténtico, verdadero, imagen y semejanza de Dios, más: ¡el Hijo de Dios! El otro es un hombre culto, de excelente formación teológica y religiosa, un conocedor de la ley, de la tradición más exigente de los judíos, un fariseo: poseedor de la verdad, tal como estaba convencido, pero quien tiene la suficiente humildad para consultar a Jesús. Evidentemente, es un diálogo entre desiguales.
Antes de entrar con más atención a este diálogo quisiera mencionar brevemente, que en los evangelios encontramos muchos más diálogos entre Jesús y otras personas. ¿Quién tiene presente algunos de estos diálogos? Siempre de nuevo es sorprendente, impresionante y asombrosa la capacidad de Jesús al guiar estos diálogos en cierta dirección, con amor, comprensión, misericordia, decisión, profundidad y conocimiento del ser humano, sea un diálogo con alguna persona que verdaderamente está buscando la verdad, sea en diálogos con sus enemigos, a quienes sorprende por su sabiduría, su rapidez, sus soluciones y proposiciones, que siempre dejan un profundo impacto en sus interlocutores.
Dejemos por ahora estas reflexiones introductorias y dediquémonos al diálogo entre Jesús y Nicodemo.
Llama la atención que en este caso es Nicodemo – y no Jesús – quién toma la iniciativa para iniciar este diálogo: 2 Este vino a Jesús de noche. Tal como ya lo había mencionado: Nicodemo pertenecía a la corriente religiosa más exigente (cf. Pablo: Hechos 26,5 a la más rigurosa secta de la religión judía.) 3 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un gobernante de los judíos. Esta breve presentación del evangelista Juan muestra que Nicodemo no era un ciudadano común y corriente sino un personaje sobresaliente, no en vano se le describe como un gobernante de los judíos: y, sin lugar a dudas para acceder a este cargo, había recorrido un largo camino, tenía una trayectoria muy exitosa y finalmente entró al Sanedrín, como se llamaba esta Junta Suprema (Dios habla hoy). O sea: Nicodemo era una persona de influencia entre los judíos. Los integrantes de este consejo también tenían la misión de observar lo que estaba sucediendo en el ámbito religioso judío. Jesús había llegado hace poco a Jerusalén, por primera vez después de haber iniciado su obra pública. El último párrafo del capítulo anterior describe: 2,23: Mientras Jesús estaba en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales milagrosas que hacía. Y sin lugar a dudas, esto había llegado a los oídos del Sanedrín y Nicodemo quería informarse mejor sobre este personaje, Jesús, aún desconocido en gran parte. Y, de hecho, esta también es la primera pregunta de Nicodemo, el primer tema que toca: —Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro porque nadie puede hacer estas señales que tú haces a menos que Dios esté con él. Es una frase llena de respeto, que manifiesta una alta estima para con Jesús: Reconoce que Jesús es Rabí, o sea, un maestro, que sabe enseñar bien, algo que nosotros solamente lo podemos confirmar, ya que admiramos la manera como Jesús supo enseñar en su manera tan cercana, ilustrativa, con ejemplos de la vida cotidiana. Pero también la segunda parte de esta frase la confirmamos: nadie puede hacer las señales que tú haces a menos que Dios esté con él. Ya en el comienzo de la obra pública de Jesús observamos el gran impacto de sus milagros. O sea: Nicodemo inicia la conversación con un reconocimiento total de Jesús, tanto por sus enseñanzas como también por sus milagros y por su procedencia (enviado por Dios). Sin lugar a dudas es un excelente comienzo para un diálogo lleno de respeto y de aprecio. ¿No debería producir esto en Jesús también la mejor disposición para conversar con Nicodemo? Entonces: ¿Cómo reaccionará Jesús? ¿También le dirá algunas palabras de reconocimiento, por ejemplo por su carrera profesional?
“De cierto, de cierto te digo que, a menos que nazca de nuevo], uno no puede ver el reino de Dios.”
Jesús, sin largos desvíos, lo enfrenta de inmediato con lo esencial: Jesús lo expresa de manera directa y pone su dedo en el punto sensible de la vida de Nicodemo y con ello en el punto sensible de muchos teólogos, de muchos sabios, maestros y personas cultas y bien informadas: y con esta frase corta, Jesús no solamente le señala la problemática de su propia vida sino de toda la humanidad, de toda la iglesia cristiana y de aquellas personas que aún no son cristianas, de la gente religiosa que saben tanto, pero quienes dejan al lado lo trascendental: ciertamente: el Reino de Dios es una realidad, existe, Dios lo está construyendo: pero uno no entra al reino de Dios acumulando muchos conocimientos, detalles y sutilezas, sino: hay que nacer de nuevo. De esto se trata: Para entrar al reino de Dios hay que nacer de nuevo. Para Nicodemo esta frase de Jesús fue chocante. Pero ¿qué significa? Significa que ser parte del Reino de Dios uno no lo puede lograr por capacitación continua, tomando cursos adicionales en teología farisea, en idioma hebreo, en la inculturación judía, viajando a Israel y (re)bautizándose en el agua del río Jordán etc. Uno no puede entrar al reino de Dios sin un quebrantamiento, no es factible sin perder la confianza en mis capacidades, sin dejar de construir en mi carrera religiosa, científica, artística, política, profesional etc. solamente es factible por un nacimiento nuevo. Jesús le da en el clavo, en una frase resume todos los errores y equivocaciones en relación con el Reino de Dios y señala al mismo tiempo el único camino apropiado: nacer de nuevo. Todo lo demás es mero esfuerzo humano, es obra egoísta, es confiar en las capacidades humanas, significa querer construir el Reino de Dios esforzándose y superándose a sí mismo. Es un error gravísimo.
Es sorprendente la vuelta que Jesús le da a este diálogo ya en su primera respuesta: la crítica a Nicodemo es radical y es total: en toda tu vida te has equivocado, no le has dado en el blanco. Tu educación y tu formación son excelentes, pero no te sirven para entrar al Reino de Dios. Para ello necesitas un milagro que no está en tus manos ni en tu fuerza o en tus capacidades: esencialmente necesitas algo más.
Observamos en esta respuesta de Jesús una de sus características sobresalientes: ¡Jesús va al grano! Jesús está enfocado en lo esencial. En su diálogo con Nicodemo no da largas vueltas. No empieza con la carrera, su casa, su familia, si tiene hijos y cuántos y de qué edades y qué están haciendo y si todos están bien, o si Nicodemo algún día podría mostrarle a Jesús las bellezas arquitectónicas de Jerusalén. Nada de ello: él quiere que Nicodemo entre al Reino de Dios y le preocupa que todavía está fuera del Reino de Dios.
Con ello Jesús muestra su capacidad de dialogar de manera tan eficiente: con decisión y rapidez va al grano:
“¡Nicodemo: si quieres entrar al Reino de Dios, al reino del perdón, de la comunión con Dios, de la esperanza por un mundo mejor, una tierra y un cielo nuevos, un mundo donde exista armonía: tienes que comprender de una vez para todas que hay un solo camino: nacer de nuevo. “
Nicodemo, en un próximo paso, expresa sus dudas al respecto: 4 Nicodemo le dijo:
—¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Y Jesús tiene que criticarle: ¿Cómo él, siendo maestro de Israel, no lo sabe? Es gravísimo. Y le explica que este milagro lo puede realizar solamente Dios mismo: En el capítulo 1, el evangelista Juan lo había descrito con otras palabras: 1,13: Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. Dios mismo tiene que intervenir, tiene que actuar, abrir nuestros ojos, nuestro entendimiento, tiene que sacar el velo para ver esta nueva realidad del Reino de Dios que es tan diferente de un reino terrenal, en el cual hay otras prioridades, otras leyes, otras metas, otros procedimientos, otros caminos que no son los terrenales.
Como todas las conversaciones de Jesús, también ésta con Nicodemo es muy densa. Es imposible tocar todos los temas en este sermón. Por ello termino con una consulta: ¿Qué le habrá pasado a Nicodemo? ¿Habrá aceptado la enseñanza de Jesús? ¿Habrá puesto su confianza en él, en el Mesías qué puede realizar este milagro al regalarle la fe en Él? Esta pregunta la podemos contestar de manera afirmativa: en el evangelio según Juan encontramos dos pasajes más en los cuales se menciona el nombre de Nicodemo y ambos indican que reconoció a Jesús como su Mesías en el cual comenzó a creer: en Juan 7, Nicodemo defiende a Jesús: 50 Nicodemo, que había ido a hablar con Jesús de noche y era uno de ellos, les dijo: 51 «¿Acaso nuestra ley juzga a un hombre sin antes oírlo y sin saber lo que ha hecho?»
Y cuando Jesús había muerto en la cruz, Nicodemo le ayuda a José de Arimatea a sepultarle: (Juan19,39):También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con un compuesto de mirra y de áloes, como de treinta kilos.
¡Qué milagroso! ¡Qué alegría! ¡Qué cambio más profundo en y para su vida! Este es el cambio que todos lo necesitamos, sin excepción.
Y ahora si termino: ¿y tú? ¿Ya has recibido este regalo?
Amén.
Pastor Kurt Gysel