Rev. Roberto Trejo – Presidente de la Iglesia Luterana Mexicana
Prédica del Pastor Presidente de la Iglesia Luterana Mexicana Rev. Roberto Trejo para el Culto Conjunto de la Iglesia Luterana Mexicana y la Iglesia Luterana en Chile el domingo de Quasimodogeniti de 2021
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida; (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó).
Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
Este es el mensaje que hemos oímos de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos con luz, como él está en luz, tenemos comunión unos nosotros con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no hay está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su Palabra no está en nosotros.
Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos con el Padre, á Jesucristo el justo; y él es la propiciación por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Amén.”
Hermanos y hermanas de la Iglesia Luterana en Chile, hermanos y hermanas de la iglesia Luterana Mexicana, que gusto poder saludarles en este domingo para tener, en conjunto, este servicio de alabanza para nuestro Dios.
Llega el momento de la predicación y vamos a meditar en el texto leído anteriormente, de tal manera que, en este tiempo, post pascual podamos tener un mensaje para nuestra vida de la Palabra de Dios.
Nos dimos cuenta por la lectura de la epístola, donde está basada esta meditación, que Juan está hablándonos a cerca de la obra que Cristo Jesús hace en la Cruz. Juan dice que Él es nuestra propiciación por nuestros pecados, además, dice que es nuestro abogado ante el Padre, así, pues, nos damos cuenta que todas esas tareas son de Jesucristo que realiza a partir de su muerte y su resurrección.
Vamos a encontrarnos, también, que el escritor de la Epístola va a presentarnos una parte muy importante de su mensaje que está relacionada con las relaciones humanas, interpersonales: Juan menciona que si andamos en luz como él está en luz tenemos comunión los unos con los otros, sino -entonces- no estamos practicando la verdad.
¿Qué sucede con toda la literatura escrita por Juan o atribuida a Juan?
El evangelio de Juan, las cartas juaninas, es literatura que se escribe ya muy cerca del final del primer siglo. Ya ha pasado una generación de cristianos, quizás una segunda, entonces está escribiendo a personas que no conocieron a Jesús. Ya no es, únicamente, recordar a las nuevas generaciones cristianas las palabras de Jesús, sino, también, es recordar lo que la Iglesia primera ha hecho con las palabras de Jesús, los mensajes que la Iglesia ha tenido en base a las palabras de Jesús.
¿Qué sucedía en el tiempo en el cual la epístola se escribe?
Uds. pueden leer, por ejemplo, literatura de la época como por ejemplo las cartas de Pedro, en donde la gente está ya desilusionada, el Señor no viene, entonces se aparta de la Iglesia, o está diciendo que Jesús es mentiroso, él no va a venir, está tardándose mucho en llegar.
Ya para este tiempo tenemos, también, el nacimiento de los Gnósticos. Uds. saben, los Gnósticos es un grupo extremadamente grande que, en la Iglesia cristiana, se origina en el seno mismo de la Comunidad pero que comienza a tergiversar el mensaje cristiano. El mensaje de los gnóstico es un mensaje extremadamente amplio donde una de las cosas que ellos decían era que Jesús ya había venido, que había venido cuando él había resucitado, él a través de su resurrección ya había implantado su Reino, entonces no era necesario esperar la segunda venida de Cristo, Él ya estaba aquí, por lo tanto, no importaba lo que la gente hiciera con su vida, ni con su cuerpo, a fin de cuentas, lo importante era que al morir el espíritu se iría con Dios, el espíritu de la gente sería liberado de este cuerpo de maldad e iría con Dios que era lo que importaba.
Por lo tanto, ellos no hablaban tanto de relaciones interpersonales, ni de tener comunión los unos con los otros a partir del amor de Dios, porque ellos no predicaban ese tipo de cuestiones, a ellos lo que les importaba o el énfasis que hacían era hablar de que el espíritu de las personas volaría hacia la presencia de Dios una vez muertos, así que lo que hacían en vida no importaba absolutamente para nada.
Vamos a ver que el énfasis en Pedro y en Juan es el amor de Dios que, como cristianos y cristianas, podemos reflejar hacia los demás. Y aunque parece que Juan está hablando de la comunión unos con otros en forma tangencial, es un punto muy importante en la literatura juanina. La relación que tenemos con las demás personas es muy importante, porque sabemos como cristianos y cristianas que no vivimos únicamente para nosotros mismos sino, también, para los demás. De tal manera que podamos tener presente, como creyentes en Cristo, nuestra responsabilidad; no solamente, vivir de acuerdo con lo que Dios desea, sino vivir para los demás.
Sabemos que no siempre esto es fácil, en México tenemos un dicho: “Cada cabeza es un mundo”, y a partir de esa afirmación podría resultar extremadamente complicado congeniar ideas, congeniar el carácter, puesto que cada persona tiene su propio carácter, y por lo tanto, a veces es muy complicado poder llegar a un acuerdo en ciertos temas o en decisiones que se deben tomar; sin embargo, nunca se debe perder de vista la herencia que nosotros tenemos siendo personas cristianas, es la herencia de pertenecer a una Iglesia, porque en ésta escuchamos el evangelio, en la iglesia escuchamos el mensaje de Dios; no estamos en un sindicato, sino en una iglesia donde, se supone, impera el amor de Dios hacia nosotros y de nosotros (as) hacia los demás, de tal manera que pueda existir esa comunión de la cual está hablando Juan.
Hay una frase muy interesante de Juan: “Si andamos en luz como él está en luz, tenemos comunión unos con otros.” ¿Qué significa andar en luz?
En los altares de nuestras Iglesias tenemos luz, tenemos velas, ¿qué nos recuerda esa luz? Nos recuerda que Dios es la luz del mundo, nos recuerda como esa luz alumbra el espacio donde estamos, también nosotros, como creyentes en Cristo, reflejamos esa luz, de tal manera que no solamente nosotros, sino también otras personas puedan tener la oportunidad de conocer el evangelio, el mensaje de Dios; por eso, es que a partir de esta seguridad Juan va elaborando su mensaje, habla, por ejemplo, que si alguien hubiera pecado tenemos en Cristo Jesús aquel que ha dado su vida por nosotros y ha transformado nuestra vida.
Aquí, también, hay un punto interesante, el pecado no lo cometemos voluntariamente, oímos frecuentemente a las personas “Oye, no hay ningún problema con lo que yo haga, total a fin de cuentas yo le pido perdón a Dios y Dios me perdona y yo continúo con mi vida”. Las cosas en el evangelio no son necesariamente así; lamentamos el pecado y rogamos a Dios, por ejemplo, en el Padre nuestro, no caer en tentación, pero si hemos caído -de manera accidental-, rogamos a Dios que nos permita reconciliarnos con nosotros mismos y reconciliarnos con la persona a la cual hemos faltado.
Otra vez vemos que Juan esta colocado su pensamiento como todo un proceso estamos en luz, estamos en comunión con Dios, con nuestros prójimos, y, cuando se presenta el pecado, aquellas cosas que nos llevan faltar con Dios, con nuestro prójimo, nosotros rogamos a Dios que Él restituya nuestra vida; la obra que Cristo hace en la Cruz, la hace por nosotros al morir por nuestros pecados, pero a la vez es una obra que hace en nosotros, es decir, transforma nuestro pensamiento, nuestra manera de ver la vida, de tal manera que no sigamos viendo nuestra vida como una oportunidad para faltar a Dios o a nuestro prójimo, sino como una oportunidad para estar cerca de Dios.
En las palabras que hemos leído -también- encontramos como Juan menciona esta cuestión de la confesión de nuestros pecados. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos: La confesión de nuestros pecados es una práctica en nuestras Iglesias, y es una práctica que nos libera de todo peso de culpa, es una práctica para que nos lleve a una reconciliación con nuestro prójimo, y, debe ser así porque nosotros vemos que, a través, de la obra transformadora de Dios en Cristo Jesús, Él puede acercarnos a la obra de Dios. Cristo Jesús puede darnos esperanzas en nuestra vida cotidiana, de ver que las cosas que tenemos que enfrentar, o pasar pueden aligerarse a través de la presencia del Señor en nuestra vida.
Como cristianos y cristianas somos agentes de Dios y necesitamos reflejar ese amor, y necesitamos demostrarlo hacia todas las personas, demostrarlo solamente con quienes congenian con nuestras ideas o hacia quienes nos caen bien sería actuar en forma hipócrita porque eso no es lo que Jesús nos ha enseñado. Entonces, creo que estas palabras sí nos desafían a pensar y repensar en nuestra vida a vivir en Comunidad como creyentes en Cristo Jesús en medio de la diversidad de cosas que hemos de enfrentar, en medio de las situaciones que debemos pasar; la situación de la Pandemia ha traído muchas cuestiones que han desafiado nuestra fe, que nos han hecho plantearnos muchas preguntas en torno a lo que está sucediendo, como cuando terminará todo esto, pero debemos – también – pensar que por la vida cristiana, por la vida cotidiana no caminamos solos sino transitamos a partir de la obra de Cristo Jesús, que es aquel que está a nuestro lado, aquel que nos permite vivir en comunión con nuestros hermanos y hermanas en la fe, con todos nuestros prójimos, nos permite actuar de alguna manera sincera porque él ha dado su vida por nosotros, porque él ha transformado nuestra vida, y él, a través de esta transformación nos hace las personas que él quiere que seamos.
Que esto sea así, para todos, para todas, y que la bendición de Dios nos acompañe y nos permita siempre reflejar ese amor de Dios, nos permita -siempre-, vivir en comunión y en comunidad con nuestros prójimos. Amén.