ALGUNAS REFLEXIONES CRISTIANAS EN EL “MES DE LA PATRIA” SOBRE HOSPITALIDAD, PATRIOTISMO Y NACIONALISMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN
Había tiempos en los cuales LA HOSPITALIDAD era un hábito sagrado. Con la expresión “MI CASA ES TU CASA” se dio la bienvenida al forastero visitante: “Siéntate como en tu casa”…
“Y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero” dice la linda canción y lindo es el romanticismo de una idílica casita muy linda y chiquitita en las faldas de un cerro entre sauces y esteros en un pueblito que se llama las condes…
Muy distinta la situación en la realidad de Las Condes del Santiago del Chile de hoy en día. No es tan simple decir: “Mi departamento es tu departamento” a un migrante haitiano, colombiano o venezolano. Peligroso es abrir la puerta con tantos ladrones en la calle. Hay que tener mucho cuidado antes de decir: “Mi casa es tu casa”…
Vivimos en tiempos donde la HOSTILIDAD amenaza al espíritu de la HOSPITALIDAD.
“Mi casa es mi casa” y punto. Tus problemas son tus problemas. “Mi país es mi país”. “Mis costumbres son mis costumbres y mis creencias son mis creencias y mis logros mis logros”. Y punto. A los muy caseros extraña lo extraño y los extraños. Causan miedo, despierta la autodefensa y crece la Xenofobia. No se quiere al forastero como amigo… “Mi casa NO es tu casa”.
Y eso en la era de la Globalización, donde todo el mundo se transforma en una “aldea global”. Gracias a los medios de comunicación “MI MUNDO ES TU MUNDO”. Han llegado a ser palabras claves todas las que comienzan con “ECO”. “Eco” viene del griego “oikos” y significa “casa”: ECONOMIA, ECOLOGIA, ECUMENE.
El futuro de la vida en este planeta dependerá si gana el espíritu hospitalario o las fuerzas hostiles. Si compartimos entre todos o si construimos muros y fronteras. Si practicamos una economía, ecología y un ecumenismo inclusivo o exclusivo, con visión global o solamente local. Si aprendemos a decir: MI MUNDO ES TU MUNDO. EL MUNDO ES NUESTRO MUNDO. EL MUNDO ES DE Y PARA TODOS/AS.
La tradición bíblica también conoce la tensión entre HOSPITALIDAD y HOSTILIDAD:
Dios recuerda a su pueblo en el Antiguo Testamento: “Ama, pues, al forastero, porque forastero fuiste tú”. (Deut.10.19) Este mandato adquiere suma actualidad hoy. No olvidemos que la mayoría de los luteranos antepasados fueron inmigrantes!
Hebreos 13,2 dice: “No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.”
DIOS mismo, quién abre su cielo para todos y dice: “Mi casa es tu casa”, experimentó y experimenta la hostilidad. La historia de la Navidad es una de la hostilidad de muchos y de la hospitalidad de pocos…
Tenemos que preguntarnos qué fuerza gana en nuestros corazones: La de la hospitalidad o de la hostilidad?
Había tiempos en que muchos mezclaron la fe con su nacionalismo y patriotismo. “Dios con nosotros” decían y fueron con Su Dios patriótico y nacionalista a la guerra contra otros.
Así era en el Antiguo Testamento. Lamentablemente muchos cristianos se olvidaron que esto terminó con el evangelio de Jesucristo. “Id a y hagan discípulos entre todas las naciones” dijo. Dios es un Dios internacional y sobre nacional. En Cristo ya no tiene importancia si uno es judío o griego, o alemán o chileno. La patria anhelada de los cristianos es la patria celestial, lo que quiere decir, trascendente e universal. Entonces nacionalismo y patriotismo para un cristiano pueden ser solamente valores de “segunda categoría”: relativas, “pen-ultimas”, siempre a servicio de y nunca en reemplazo de su última “pertenencia”. Podemos amar nuestra patria y nuestra nacionalidad particular, pero siempre en perspectiva cristiana universal y global.
Entonces nuestro patriotismo y nacionalismo será un patriotismo y nacionalismo hospitalario quien dice: “MI CASA ES TU CASA” y comparte la mesa para celebrar juntos, a pesar de todas las complejidades del mundo actual.
“Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman… y saludan solamente a los hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así.” (Mateo 5)
Oremos y trabajemos por un Chile hospitalario y una iglesia con puertas abiertas, que quiere como amigo al forastero.
Siegfried Sander
Septiembre 2017