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Exaudi – Sexto domingo después de Pascua

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Preparado por el estudiante de Teología Pablo Catrileo

Nos reunimos como hijos e hijas de Dios, confiados en su presencia en medio de nosotros; en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo; y confesamos que nuestra ayuda esta en el nombre del Señor, quien hizo los cielos y la tierra. Amén. 

Queridos hermanos y hermanas en la fe. Nos volvemos a reunir este domingo en medio de esta situación de pandemia que estamos viviendo, muchos de nosotros sin poder salir de casa. Sin embargo esto no es un impedimento para unirnos espiritualmente como hermanos/as, escuchar la palabra de Dios, cantar y orar juntos. Qué lindo, Orar y dirigirnos a Dios, en especial este domingo, que tiene como nombre Exaudi en referencia a la antigua oración de los cristianos Exaudi Domine, vocem meam… ¡Señor escúchame! ¡oye mi voz! ¿Qué atingente a la situación que estamos viviendo? En medio de esta crisis global, muchos nos hemos preguntado si al orar y dirigirnos a Dios, él escucha nuestra oración. En este culto de hoy, por medio de las lecturas y la reflexión, podremos ver cómo Dios nos escucha y se preocupa por nosotros, incluso cuando sea difícil verlo.  

Iniciamos el culto leyendo y orando juntos con las palabras del Salmo para este domingo que se encuentra en el capítulo 27 versículo 1 y 7-14) 

El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién podría yo temer?
El Señor es la fortaleza de mi vida;

Señor, escúchame cuando a ti me dirija;
¡ten compasión de mí, y respóndeme!
A mi corazón le pides buscar tu rostro,
y yo, Señor, tu rostro busco.

Tú eres mi Dios y salvador;
¡No escondas de mí tu rostro!
No apartes con enojo a este siervo tuyo,
pues siempre has sido mi ayuda.
¡No me dejes ni me desampares!
Podrían mi padre y mi madre abandonarme,
pero tú, Señor, me recogerás.

Por causa de mis adversarios,
enséñame, Señor, tu camino
y llévame por el camino recto.
Testigos falsos y violentos se levantan contra mí;
¡no permitas que hagan conmigo lo que quieran!
¡Yo estoy seguro, Señor, que he de ver
tu bondad en esta tierra de los vivientes!

¡Espera en el Señor!
¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento!
¡Sí, espera en el Señor!

Glorifiquemos al Señor: 

Gloria sea al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era al principio, es ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén, Amén. 

Oración: Amado Dios, nos presentamos ante ti y reconocemos que nos es difícil buscarte y ver tu rostro en medio de esta pandemia. Cada día es un nuevo desafío, y muchas veces la angustia y la desesperación llenan nuestro ser siendo imposible ver tu amor hacia nosotros. Te pedimos en estos momentos que tu Espíritu Santo nos infunda confianza en ti, sabiendo que por tu Hijo Jesús somos salvados y podemos ir a ti como a un padre, que nos escucha, que nos atiende y que nos ayuda. Amén. 

Leemos la lectura para el día de hoy que se encuentra en el libro del profeta Jeremías capítulo 31 versículos 31 al 34 

Vienen días en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  Palabra del Señor.

No será un pacto como el que hice con sus padres cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Porque yo fui para ellos como un marido, pero ellos quebrantaron mi pacto. Palabra del Señor.

Cuando hayan pasado esos días, el pacto que haré con la casa de Israel será el siguiente: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Palabra del Señor.

Nadie volverá a enseñar a su prójimo ni a su hermano, ni le dirá: “Conoce al Señor”, porque todos ellos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán. Y yo perdonaré su maldad, y no volveré a acordarme de su pecado Palabra del Señor.

Cantemos juntos el himno: El Señor es mi luz y mi salvación, que esta inspirado en las palabras del salmo 27. 

Coro: El Señor es mi luz y mi salvación, el Señor es la defensa de mi vida. Sí el Señor es mi luz ¿A quien temeré? ¿Quién me hará temblar?

Una cosa pido al Señor, habitar por siempre en su casa; gozar de la ternura del Señor, todos los días de mi vida.

Coro: El Señor es mi luz y mi salvación…

No me escondas tu rostro Señor, buscaré todo el día tu rostro; si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me acogerá.

Coro: El Señor es mi luz y mi salvación…

Oh Señor, enséñame el camino, guíame por la senda verdadera; gozaré la dicha del Señor, en la tierra de la vida.

Coro: El Señor es mi luz y mi salvación…

Reflexión: 

Queridos hermanos y hermanas. Sin duda que estos tiempos difíciles son para muchos de nosotros tiempos de preguntas y dudas ¿Dónde esta Dios en medio de esta Pandemia? ¿Por qué Dios permite que sus hijos tengan que vivir esta situación? ¿Hasta cuando vamos a estar así? Preguntas que nacen desde nuestras experiencias personales y cotidianas, de nuestro día a día, pero que también son preguntas y dudas que podemos encontrar muchas veces en la Biblia. Las preguntas ¿por qué? y ¿hasta cuándo? son propias de muchos lamentos, suplicas y quejas hacia Dios en los salmos y en los profetas, como Jeremías. Y los dos textos que hemos leído el día de hoy, son precisamente un Salmo y un capítulo de Jeremías. En ambos casos, tanto el salmista y el profeta, vivían situaciones de inmensa angustia e injusticia, personal o comunitaria, situaciones en las que parecía que la salvación y el rostro de Dios se habían ocultado. ¿Por qué el justo es perseguido? Se pregunta el salmista; o ¿hasta cuando tenemos que vivir situaciones injustas y de violencia? dice el profeta Jeremías en su libro. A partir de estas experiencias, quisiera que compartiéramos algunas reflexiones para este domingo Exaudi, que como vimos, se funda en el pedido: ¡Oh Dios, escúchame!  

1)Ser hijos/as de Dios significa poder suplicar, pedir e incluso quejarse. Muchas veces hemos escuchado que la fe pareciera ser una confianza o un creer ciego, casi irracional. Tener fe debería ser sin quejarse. Pero los autores bíblicos, en particular en el Antiguo Testamento nos muestran que quejarse hacia Dios es algo permitido. Claro, no es una queja violenta o sin respeto, pero sí, muchas veces, por medio de la queja o el lamento, personajes de la Biblia expresan con palabras su realidad y le preguntan directamente a Dios ¿por qué? suceden estas cosas o ¿hasta cuándo vamos a tener que sufrir? Queridos hermanos, preguntar, suplicar o quejarse con Dios no es falta de fe, sino que muestra una dimensión diferente de la fe. ¿Podríamos quejarnos con Dios si no creyéramos en él? ¿Podríamos dirigirnos a Dios con nuestras preguntas y necesidades si no confiáramos en que nos va a responder? Por ejemplo, cuando un hijo le suplica a su padre, es porque en el interior, confía en que su padre le dará una respuesta. ¿Acaso no es Dios como un padre o una madre para nosotros? 

2)Las palabras del Salmo nos muestran la confianza de una persona que ha clamado y se ha dirigido a Dios en medio de su sufrimiento, y Dios le ha respondido. Sí, Dios responde y se muestra a nosotros en momentos difíciles. Muchos relatos bíblicos dan cuenta de que Dios atiende al llamado y la súplica de los justos: Cuando Agar y su hijo Ismael sufrían en medio del desierto, el niño lloró y Dios escucho su llanto y lo salvó (Genesis 21:17); o el pueblo de Israel, en medio de su sufrimiento en Egipto por causa de la esclavitud y la opresión elevó sus suplicas (y quejas) a Dios; y Dios escucho sus quejas, y los liberó (Éxodo 2:23-25). El Dios de la Biblia no es un Dios ausente, sino un Dios que está atento, y en momentos en que nos sintamos abandonados, incluso sin padre o madre como dice el salmista, el está presente y no nos abandona. Por eso en el salmo 27 hemos leído: El Señor es mi luz y mi salvación. En medio de la oscuridad y la desesperanza que el salmista vivió, buscó a Dios y Dios se mostró. ¿Hemos buscado a Dios en estos momentos de oscuridad y desesperanza? 

3)Dios promete un nuevo pacto. La lectura de Jeremías se da en un contexto en que Israel estaba a punto de ser destruido por causa de la invasión extranjera. El profeta y los israelitas se preguntan ¿por qué Dios nos abandona, a su pueblo elegido, a quien prometió nunca abandonar? ¿Acaso Dios nos mintió? Es en medio de ese sufrimiento que el capitulo 30 y 31 de Jeremías son la promesa de Dios, de que a pesar del dolor y la angustia que están viviendo, el no olvida sus promesas y reafirma su amor hacia la humanidad prometiendo una nueva alianza, un nuevo pacto, donde su palabra estará en los corazones y mentes de sus hijos/as. La Biblia nos muestra como la invasión y el exilio fueron momentos durísimos para el pueblo de Israel, pero Dios no los olvidó, sino que los restauró y envío un salvador, no sólo pasa Israel sino para toda la humanidad: ¡A Jesús! ¿Acaso no es esa nuestra fe? Jesús está en medio nuestro y Dios no olvida su promesa con la humanidad. 

4)Al leer la promesa de Dios, nos cuesta entender como va a funcionar este nuevo pacto. Dice que no será necesario enseñarlo, sino que estará directamente en nuestros corazones. Sinceramente no es fácil entenderlo ¿Cómo podríamos conocer la palabra de Dios si no la leemos y aprendemos? Quizás no hay una sola respuesta para ello, sin embargo, lo central en esta reflexión no es la forma sino el fondo: Dios promete un pacto no sólo exterior sino que fundamentalmente interior, con nuestros corazones. Por ello, el amor que como comunidad cristiana le damos a Dios no es sólo con palabras o actos (exterior) sino que fundamentalmente debe ser un amor de corazón (interior). Un amor sincero, que no se manifieste solamente en decir “soy cristiano/a, hijo/a de Dios” sino en vivirlo y sentirlo. Un pacto de Dios con nuestros corazones transforma todo nuestro ser, desde el corazón y la mente hasta nuestras palabras y acciones. 

Queridos hermanos y hermanas, la invitación es que en estos días de crisis nos podamos dirigir a Dios con confianza, le expresemos nuestros sentimientos, nuestras preguntas, nuestras dudas, incluso nuestros cuestionamientos, ya que al ser nuestro Padre nos da la confianza y el derecho de dirigirnos a él sin miedo. Sí, no tengamos miedo de dirigirnos a él y preguntarle ¿Por qué? o ¿hasta cuándo?  Pero a la vez no olvidemos que Dios es un Dios justo, que nos escucha y que nos salva, todos los días, que no olvida sus promesas; y que gracias a Jesús ya vivimos bajo la promesa de la nueva alianza. Que la palabra de Dios este en nuestros corazones, y esa palabra, que es salvación, nos transforme y nos ayude a vivir en estos momentos duros. Que esa sea nuestra confianza y nuestra fe. Amén. 

Dios nos regala un nuevo pacto. Nos podemos dirigir con confianza hacia él como Padre, pero también creemos y confiamos que en todo momento, incluso en los más difíciles, él esta con nosotros. Por eso cantemos: Día a día Cristo esta conmigo. 

Día a día Cristo esta conmigo, me consuela en medio del dolor. Pues confiando en su poder eterno, no me afano, ni me da temor. Sobrepuja todo entendimiento, la perfecta paz del Salvador. En su amor tan grande e infinito, siempre me dará lo que es mejor. 

Día a día Cristo me acompaña y me brinda la dulce comunión. Todos mis cuidados él los lleva, a él entrego mi alma y corazón. No hay medida del amor supremo, de mi bondadoso y buen pastor. Él me suple lo que necesito, siempre me dará lo que es mejor

Oh Señor, ayúdame este día a vivir de tal manera aquí, que tu nombre sea glorificado pues anhelo honrarte sólo a ti. Con la diestra de tu gran justicia, me sustentas en la turbación. Tus promesas son sostén y guía, siempre en ellas hay consolación. 

Oremos: Querido Dios, en estos días de angustia nos dirigimos a ti y te pedimos que no te olvides de tu creación, no te olvides de este mundo ni de nosotros. En especial pedimos por aquellos que están sufriendo directamente las consecuencias del Coronavirus, todas aquellas familias que han perdido un ser querido o que tienen un cercano enfermo. 

Señor te damos gracias por todos/as quienes trabajan en los servicios de salud, que deben enfrentar directamente esta enfermedad, dales tu Señor fuerza y energía para los difíciles momentos que vienen. 

Te pedimos por nuestros compatriotas que están sufriendo otras duras consecuencias de esta crisis como el desempleo y el hambre. Despierta oh Dios en nuestros corazones el espíritu de justicia y solidaridad, y que no olvidemos que lo que tenemos es gracias a ti, para que aquello que tu nos has regalado, lo podamos compartir con quien no tiene. 

Oración en silencio (un momento para orar de manera personal o familiar y para presentar nuestras propias peticiones)

Bondadoso Dios, tu conoces nuestros corazones y mentes, aquello que hemos dicho y aquello que aún guardamos. Todo esto, junto con las peticiones de nuestros hermanos/as de todo el mundo lo encomendamos a ti con las palabras que tu hijo Jesucristo nos enseñó: Padre Nuestro que estas en los cielos, Santificado sea tu nombre…Amén.

Pedimos la bendición y la compañía del Señor: Que el Señor nos bendiga y nos guarde. Que haga el Señor resplandecer su rostro sobre nosotros y tenga de nosotros misericordia. Que vuelva el Señor su rostro hacia nosotros y nos conceda su paz. Amén. 

Finalizamos nuestra reunión cantando y alabando la misericordia del Señor con el himno ¡Oh tu fidelidad!

Oh Dios eterno, tu misericordia. Ni una sombra de duda tendrá;

Tu compasión y bondad nunca fallan, y por los siglos el mismo serás.

Coro: ¡Oh tu fidelidad! ¡Oh tu fidelidad! Cada momento la veo en mí. Nada me falta, pues todo provees. ¡Grande Señor, es tu fidelidad!

Tu me perdonas, me impartes el Gozo. Tierno me guías por sendas de paz.

Eres mi fuerza, mi fe y mi reposo. Y por los siglos mi Padre serás.

Coro: ¡Oh tu fidelidad! ¡Oh tu fidelidad!…

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