La Liturgia Luterana
En la liturgia cristiana luterana, la forma en que se siga cada culto y celebración responderá a la cultura y tradición de cada comunidad. En nuestra Iglesia Luterana en Chile, buscamos un culto de oración, reflexión, canto y silencio. Creemos que el mundo ya tiene suficiente estímulo y ruido como para traer todo eso también al culto. De aquí que esperamos que el culto sea una actividad y celebración distinta a lo que ya vemos diariamente. Es por esto que utilizamos el órgano de tubos tradicional y los himnos que le dan vida, como una invitación a vivir una experiencia nueva con Dios y que nos ayude a “salir” unos instantes del mundo para fortalecernos y llenarnos de Dios, y luego “retornar” al mundo confiados y creyentes, con más sabiduría y humildad para superar todos los obstáculos que aún nos quedan por vivir. En nuestros cultos buscamos el perdón, la Palabra, la paz y la presencia de Dios, y también, la reflexión interior para aprender a vivir todo esto junto Él y nuestros hermanos y hermanas en la fe.
La tradición luterana está muy unida a la música y es por eso que gran parte de nuestra liturgia dominical es cantada. Además cantamos himnos o canciones durante el culto, que nos ayudan a meditar mejor y a compenetrarnos con la Palabra de Dios. Dependiendo del lugar y de la tradición, será el tipo de himnos que se canten y el tipo de instrumentos. Hay iglesias que cuentan con órganos de tubo y otras que tocan con piano o guitarra. En algunas se entonan hermosos corales antiguos y en otras se cantan canciones con tradicionales tonadas nacionales y/o populares. Sin importar la forma, lo esencial es que, para nosotros, la música es algo que siempre ha acompañado a la meditación, adoración y alabanza a Dios.
Durante la liturgia, el pastor u oficiante estará revestido de un talar (vestimenta negra) o un alba (vestimenta blanca) que tiene la finalidad de tapar su cuerpo y vestimenta para no desviar la atención de los presentes, y así permitir únicamente enfocarse en sus palabras y gestos litúrgicos; usualmente las comunidades de tradición proveniente de Europa usarán negro (color de los doctores y que enseñan) y las provenientes de Norteamérica, usarán blanco que es el color litúrgico y bíblico por excelencia. Según la tradición de cada pastor, éste podrá utilizar una estola con el color del tiempo litúrgico, en señal de su ordenación al sagrado ministerio de la Palabra y los Sacramentos. La estola simboliza la yunta de bueyes que lleva el pastor sobre sus hombros, al tener la misión de “conducir” y “empujar” la iglesia como el buey empuja la carreta. Además, cada vez que el oficiante hable en nombre de Dios, lo hará de frente a la comunidad, dirigiéndose hacia ellos; estos casos son los saludos e introducciones a los pasos de la liturgia, la invocación, la lectura y predicación, la institución de la Santa Cena y la bendición. Cuando hable en nombre de la comunidad lo hará mirando hacia el altar y la cruz, situándose junto con ellos en señal de igualdad y comunión. Estos casos, que son todas las oraciones, los cantos litúrgicos y los cantos comunitarios, el oficiante no “da la espalda” a los presentes, sino que se sitúa en la misma posición que ellos dirigiéndose hacia Dios, como miembro igualitario de una misma asamblea. Por lo mismo, cuando entonamos los himnos el pastor u oficiante se sienta con la comunidad en las bancas, siendo señal de unidad e igualdad. Al iniciar el culto, es costumbre ponerse de pie al momento cuando suenan las campanas y entra el pastor u oficiante (procesión), lo mismo que a la salida, porque así simbolizamos que todos juntos iniciamos de la misma forma y al mismo momento el culto, con disposición completa de nuestros cuerpos y espíritu; comenzando también como iguales, clérigos y laicos, sin que nadie sea “privilegiado” entre los creyentes.