ET. Karl Michael – Iglesia Luterana El Redentor en Santiago.
Saludo e invocación:
Queridas hermanas, querido hermanos, les saludo de manera muy afectuosa en este tercer domingo después de Trinidad.
Espero que puedan tener un bonito momento de espiritualidad leyendo/celebrando este culto, ya sea que se encuentren solos o en compañía. Les invito así a continuar con esta celebración, sabiendo que:
La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, que nos ama y cuida con cariño como un padre y una madre, y la comunión del Espíritu Santo, que nos consuela, anima y orienta, están con todos nosotros siempre, y especialmente en este momento. Amén.
Salmo del día:
Y es en ese amor de Dios que leemos las palabras del salmista:
(Salmo 103.1-13)
1 Bendice, alma mía, al Señor!
¡Bendiga todo mi ser su santo nombre!
2 ¡Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguna de sus bendiciones!
3 El Señor perdona todas tus maldades,
y sana todas tus dolencias.
4 El Señor te rescata de la muerte,
y te colma de favores y de su misericordia.
5 El Señor te sacia con los mejores alimentos
para que renueves tus fuerzas, como el águila.
6 El Señor imparte justicia y defiende
a todos los que sufren por la violencia.
7 Dio a conocer sus caminos a Moisés;
los hijos de Israel vieron sus obras.
8 El Señor es misericordioso y clemente;
es lento para la ira, y grande en misericordia.
9 No nos reprende todo el tiempo,
ni tampoco para siempre nos guarda rencor.
10 No nos ha tratado como merece nuestra maldad,
Ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados.
11 Tan alta como los cielos sobre la tierra,
es su misericordia con los que le honran.
12 Tan lejos como está el oriente del occidente,
alejó de nosotros nuestras rebeliones.
13 El Señor se compadece de los que le honran
con la misma compasión del padre por sus hijos.
Canto de alabanza:
Y así, en el mismo espíritu de alabanza que el salmista es que cantamos a Dios:
♪ 575 – El cielo canta alegría
1. El cielo canta alegría, ¡aleluya!,
porque en tu vida y la mía
brilla la gloria de Dios.
Estribillo
¡Aleluya, aleluya!
¡Aleluya, aleluya!
Oración del día:
Dios de amor y misericordia, somos tu pueblo y tu comunidad. Guárdanos de la falta de fe y de la falta de confianza en nuestro prójimo. Permanece en unión con nosotros, para que así podamos permanecer en unión contigo, como tu cuerpo en la alegría fraterna de tu presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor, que vive contigo y con tu Espíritu Santo un solo Dios, por los siglos de los siglo. Amén.
Lectura:
El texto elegido para la reflexión de hoy se encuentra en Lucas 15.1-10:
1 Todos los cobradores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 2 Los fariseos y los escribas comenzaron a murmurar, y decían: «Éste recibe a los pecadores, y come con ellos.»
3 Entonces Jesús les contó esta parábola: 4 «¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, gozoso la pone sobre sus hombros, 6 y al llegar a su casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!” 7 Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
8 »¿O qué mujer, si tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con cuidado la moneda, hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la moneda que se me había perdido!” 10 Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.»
Reflexión:
Alguna vez no hemos pasado por una situación en la que nos encontramos perdidos, desamparados. Tal vez cuando hicimos un viaje a una ciudad o país desconocido, y no sabíamos que calle tomar, o a que micro debíamos subirnos o en que estación de metro bajarnos. Esta historia me recuerda también a esos llamados por alto parlante en los centros comerciales o supermercados diciendo que un niño o niña se había perdido. Ahora me imagino como debe haber sido la alegría de aquellos padres que por un momento sintieron la perdida de ese hijo o hija, y como ese niño debe haberse sentido al haber sido encontrado. ¿O también quién de nosotros no ha perdido algo y luego se siente feliz por encontrarlo? Tal vez las llaves del auto o de la casa que habíamos perdido, algún documento importante, o incluso alguna mascota. Sin duda, que cuando encontramos aquello que estábamos buscando nos inunda una gran felicidad y alegría.
Teniendo estas historias en mente, volvamos a nuestro texto de Lucas. Jesús está reunido con publicanos y pecadores. O sea, personas que eran despreciadas por la sociedad de su época. Recordemos que los cobradores de impuestos o publicanos eran vistos como ladrones y traidores de Israel, porque cooperaban con el enriquecimiento del Imperio Romano. Por otro lado, los pecadores eran aquellas personas vistas como inmorales por sus conductas y por no cumplir con las leyes farisaicas. Los fariseos, quienes eran seguidores estrictos de la ley, juzgaban a esas personas consideradas pecadoras. Incluso existía personas que eran catalogadas de pecadoras por su oficio, como los jugadores de dados, los que prestaban dinero con intereses, quienes organizaban competencias de palomas o incluso los pastores de ovejas.
Y Jesús se junta con este tipo de personas, con quienes se siente cómodo y alegre, y es con ellos también con quien comparte sus enseñanzas. Esto, obviamente, no cae bien a los fariseos y escribas, y por eso vemos en el texto que ellos murmuraban contra Jesús, diciendo que “este se junta con pecadores y come con ellos”.
Jesús les cuenta dos parábolas a sus seguidores. Ambas utilizan imágenes que para los oyentes son familiares. La primera nos habla sobre un pastor de ovejas, oficio común en la época y contexto del Israel rural. Y esta parábola comienza con una interpelación directa sus oyentes. Jesús les pregunta: ¿quién que tenga cien ovejas y perdiéndosele una no va detrás de aquella oveja perdida y cuando la encuentra se goza y luego comparte esta alegría de encontrar a la oveja perdida con sus vecinos? Jesús nos dice que así mismo será el cielo. Dios se goza más por el pecador arrepentido que por aquellos noventa y nueve que se consideran justos y que creen no deben arrepentirse. En otras palabras, Jesús les está hablando directamente a los pecadores que lo están escuchando y también a los fariseos y escribas que le persiguen y no entienden sus actitudes de amor con las otras personas que son despreciadas.
De forma similar, la segunda parábola nos habla sobre una mujer que a oscuras, probablemente en la noche, busca diez monedas perdidas dentro de su casa. Y busca estas monedas con tanta energía hasta llegar a encontrarlas. Y cuando las encuentra su felicidad la desborda que comparte esta alegría con sus vecinas y amigas. Al igual que en la primera parábola, Jesús trae el mensaje de que la alegría de Dios, en este caso con la figura de los ángeles, es grande cuando un pecador se arrepiente. Y por otro lado, esta parábola se torna interesante, porque nos presenta a una mujer como protagonista de la historia. Jesús es claro, su mensaje es para todas las personas, sin distinción, para hombres y mujeres, para personas que desempeñan oficios en el campo, como para quienes no.
En ambas parábolas Jesús nos habla de la gran alegría de encontrarse con aquello que estaba perdido. Es la alegría del encuentro entre Cristo, Dios, y las personas que se arrepienten, o sea, de quienes tienen la humildad de mirar hacia su corazón y ver lo malo que han hecho en sus vidas, las actitudes dañinas y egoístas con las que han actuado, y desde allí hacer un cambio. Dios acoge a estas personas, extendiendo su gracia y abrazo amoroso. Y se alegra conjuntamente con ellas.
Al mismo tiempo el mensaje de Jesús es una advertencia para quienes actúan desde el orgullo y egoísmo. Los fariseos y escribas por un lado se ven a sí mismos como personas sin pecado, superiores moralmente al resto de la población. Ellos creen que están por sobre los ladrones, asesinos, cobradores de impuestos, prostitutas, etc., actuando con poca misericordia hacia estas personas. Los fariseos y escribas creen que no necesitan arrepentimiento, y es ahí donde está su gran pecado. No son capaces de mirarse con humildad y reconocer que también son personas pecadoras, personas que también fallan. Y por lo tanto, esto les impide vivir la alegría del encuentro con Dios.
¿Qué es lo que motiva a la oveja, de nuestra historia, a huir del rebaño? ¿Por qué le habrán parecido más atrayentes otros caminos? Me pregunto, ¿las otras noventa y nueve ovejas habrán sido buenas con ella, la habrán acogido con cariño y entendimiento? ¿o habrán querido que ella se perdiera? Los motivos pueden ser múltiples. Sin embargo, sabemos que a pesar de la soledad y angustia que esa oveja perdida pudo haber sufrido intentando encontrar su rebaño, su pastor la encuentra. Jesús es quien encuentra a estos pecadores de Israel del siglo I, y es Cristo, Dios, quien nos encuentra a nosotros hoy.
Aquí se encuentra la base de la alegría, en el encuentro con Dios, y saber que él nos busca constantemente. Y es en la humildad de reconocernos como somos, como seres humanos vulnerables, que a veces fallamos, que otras veces acertamos, que es posible ese encuentro feliz. En sabernos que no somos seres totalmente autosuficientes, que necesitamos de nuestro prójimo. En que somos seres que podemos amar a otros que son diferentes de uno, y también dejarnos amar. En que podemos ser personas con un corazón manso, y no de piedra como los fariseos.
Si Jesús se juntaba con pecadores y cobradores de impuestos, quienes eran considerados como marginalizados en su tiempo. Podríamos preguntarnos, ¿quiénes son las personas a las que rechazamos hoy? ¿quiénes son las personas de las que nos sentimos decepcionadas? ¿Personas que sentimos que nos han traicionado, que no han actuado como pensamos que deberían?
¿Estas personas serán cercanas a nosotros? ¿Por ejemplo, algún amigo, familiar o vecino? ¿O será alguien más lejano, tal vez personas que observamos desde lejos, algún grupo de la sociedad que miramos con menosprecio y con cierto aire de superioridad? ¿O será que nosotros somos también como esa oveja perdida, nos sentimos solos, perdidos, discriminados?
Somos como los fariseos y la oveja perdida a la vez. O como dice Lutero, “justos y pecadores simultáneamente”. Podemos ser encontrados por ese Jesús que se reunía con pecadores y publicanos, ser hallados por Dios, y vivir la alegría de ese encuentro, de sentirnos perdonanos y perdonadas, aceptados y aceptadas por nuestro pastor. Jesús, con sus parábolas, nos muestra que Dios está constantemente yendo a nuestro encuentro, y que podemos abrirnos a ese Dios, sentirnos amados y abrazados con fuerza por Él. Es una invitación también a ser más humildes en nuestro día a día, a no endiosarnos, y a reconocer lo humanos que somos, y que en ese proceso, que no siempre es fácil, no estamos solos, que Dios nos sostiene y se alegra en que reconozcamos esa vulnerabilidad que es parte de nuestra identidad.
Que el buen Dios nos extienda su brazo amoroso, que nos permita reconocernos con un corazón humilde quiénes somos y actuar amorosamente con nuestro prójimo, y así poder vivir la alegría del encuentro con Dios. Ameń.
Canto:
Inspirados e inspiradas en la reflexión es que les invito a cantar:
♪407 – Vienen con alegría
Estribillo:
/Vienen con alegría, Señor,
cantando vienen con alegría, Señor,
los que caminan por la vida, Señor,
sembrando tu paz y amor./
Vienen trayendo la esperanza
a un mundo cargado de ansiedad,
a un mundo que busca y que no alcanza
caminos de amor y de amistad.
Oración de intercesión (por Hanna Schramm):
Oremos.
Misericordioso Dios, confesamos que nos desviamos de tu camino de la vida, ignorando tus mandatos de amor. Te pedimos, vuélvenos a tu redil. Te pedimos por la comunidad de los cristianos, tan divididos y esparcidos estamos. Enciende en nosotros la llama de la comprensión, de la paciencia y la pasión por tu Evangelio, dejando de lado diferencias de forma, encontrándonos y disfrutando lo que nos une, que es tu gracia y tu amor.
Te pedimos por nuestra Iglesia Luterana en Chile, que nuestras comunidades sean lugares de acogida y reconciliación. Donde podamos llegar cuando estemos agotados, donde puedo estar con mis faltas y carencias, donde crecemos juntos, en respeto y amor.
Te pedimos por nuestro país. Te pedimos que aprendamos a cuidarnos y encontrarnos unos con los otros, respetando las necesidades del otro. Te pedimos que todas y todos nos esforcemos en la medida que podamos para disminuir los contagios de Covid-19. Te pedimos, fortalece a los enfermos y consuela a quienes han perdido a un ser querido.
Te pedimos por le mundo. Pensamos en sus conflictos, en la injusticia y en la violencia. Te pedimos que las autoridades, quienes tienen el poder de cambiar para el bien de las personas, actúen velando por las necesidades de sus pueblos y tomen, inspirador por tu sabiduría, las decisiones más adecuadas y sensatas. Hay muchas otras que nos conmueve y preocupan, Las dejamos en las palabras que tu nos enseñaste…
Padre Nuestro…Amén.
Bendición:
“A aquellos que están frente a mí, cuida bien, Señor.
A aquellos que me siguen en el camino, cuida bien, Señor.
A aquellos que se encuentran a mi lado, cuida bien, Señor.
Y si así también lo quieres, cuida bien de mí, Señor”
Amén
Ahora los invito a escuchar una última canción, la cual se encuentra en portugués y es interpretada por un grupo de canto de la universidad donde estudio en Brasil. La letra de esta canción es similar a la bendición que compartí recién con ustedes. Espero que la disfruten. Y que tengan un buen domingo!
Canto final:
Cuida Bem – Grupo Ánima