Pr. E. Kurt Gysel – Caleu.
1° DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD. 27 de diciembre 2020
Saludo: A todos ustedes les saludo muy cordialmente en este culto del 1° domingo después de Navidad: ¿Cómo habrán pasado Navidad en este año tan singular, tan especial? Creo que a todos nos pasó lo mismo: Nunca nos había tocado anteriormente celebrar Navidad sin poder asistir realmente a un culto para cantar juntos estos himnos maravillosos con los cuales alabamos a Dios y a nuestro Señor Jesús para darle la gloria a Él, canciones que elevan nuestra alma y que transforman nuestros corazones. Y hoy tampoco podemos reunirnos en la casa de Dios. Igualmente tenemos la libertad de celebrar nuestros cultos y lo hacemos de igual forma como ha sido la costumbre durante casi todo el año, de manera virtual. ¡Qué Dios los bendiga a cada uno de ustedes y que fortalezca nuestra fe en Él, también hoy, por medio de su Palabra.
Comencemos entonces nuestro culto: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nuestro socorro está en el nombre del Señor quien hizo los cielos y la tierra. Amén. (Salmo 121,2)
Himno 11 Cantemos juntos el primer himno: Oíd un son en alta esfera:
Con los cielos alabemos
Al eterno rey: cantemos
A Jesús que es nuestro bien,
Con el coro de Belén.
Canta la celeste voz:
“¡En los cielos, gloria a Dios!”
¡Gloria al Verbo encarnado,
En humanidad velado!
Gloria al santo de Israel
Cuyo nombre es Emmanuel!
Canta la celeste voz:
“¡En los cielos, gloria a Dios!”
Gloria a Ti, Señor Jesús
Entregando el alma tierna,
Tú nos traes vida y luz.
Has tu majestad dejado,
Y buscarnos te has dignado;
Para darnos el vivir,
A la muerte quieres ir.
Canta la celeste voz:
“¡En los cielos, gloria a Dios!”
Versículo de la semana: El versículo para esta semana lo encontramos en el evangelio según San Juan 1,14b, Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del padre, lleno de gracia y de verdad. Juan 1,14b
Pastor: Glorifiquemos a Dios
Comunidad: Gloria sea al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era al principio es ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
Confesión de pecados: Nuestro Padre Celestial, querido Señor Jesús: tal como lo cantamos te lo confesamos también: El Señor de los señores, el ungido celestial. A salvar los pecadores vino al seno virginal: Este milagro que tú, el eterno Dios, te has humillado para encarnarte como hombre, nadie nunca jamás lo podrá comprender. Pero sabemos por qué lo hiciste: ¡para salvarnos a nosotros pecadores! Tantas veces no te hemos obedecido y hemos preferido confiar más en nuestras propias ideas; hemos buscado más la realización de nuestros proyectos que los tuyos. Hemos buscado más los bienes terrenales, pensando que ellos nos regalarían felicidad completa y nos hemos olvidado de ti. Y, en realidad, nuestros pensamientos tantas veces están tan alejados de ti. Por ello, Señor, te invocamos todos juntos:
Pastor: Señor, ¡ten piedad de nosotros! Cristo, ¡ten piedad de nosotros! Señor, ¡ten piedad de nosotros!
Comunidad: Señor, ¡ten piedad de nosotros! Cristo, ¡ten piedad de nosotros! Señor, ¡ten piedad de nosotros!
Pastor En el salmo para este domingo, Salmo 2, leemos en los versículos finales, 11 y 12: Servid a Jehová con temor y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje y perezcáis en el camino, pues se inflama de pronto su ira. ¡Bienaventurados todos los que en él confían!
Pastor: ¡Gloria a Dios en las alturas!
Comunidad: en la tierra paz y a los hombres buena voluntad. ¡A Dios gracias, dad loor y gloria en las alturas! Pues sabio y grande protector bendice a sus criaturas. Con fuerza y buena voluntad remedia la necesidad y alivia las tristuras.
Pastor: ¡El Señor sea con vosotros!
Comunidad: ¡y con tu espíritu!
Pastor: ¡Los invito a orar! Querido Padre celestial, Señor Jesús, tu venida al mundo significó para tantas personas el cumplimiento de sus esperanzas, para otros de su búsqueda desesperada y muchas veces también frustrada. Para tantas vidas llegaste a ser el centro, el eje central, en todos estos veinte siglos que desde entonces han pasado, en todos los continentes, naciones, ciudades, pueblos, regiones y familias. Por todo ello te alabamos y te honramos y te damos gracias por habernos regalado el perdón y la esperanza eterna e indestructible. Te pedimos también hoy por tu presencia en este culto y por tu bendición para cada uno de nosotros. En tu nombre te lo pedimos quien vives y reinas con el Padre y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura bíblica: Escuchemos la lectura bíblica para este primer domingo después de Navidad, tal como la encontramos en 1 Juan 1,1-4: 1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 —pues la vida fue manifestada y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó—, 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea completo. ¡Aleluya!
Comunidad: Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Credo apostólico: Confesemos todos juntos delante del mundo visible como también delante del mundo invisible nuestra fe con las palabras del Credo apostólico:
Creo en Dios Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Y en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor;
Que fue concebido
Por obra del Espíritu Santo,
Nació de la virgen María;
Padeció bajo el poder de Poncio Pilatos,
Fue crucificado, muerto y sepultado;
Descendió a los infiernos;
Al tercer día resucitó de entre los muertos;
Subió a los cielos
Y está sentado a la diestra
De Dios Padre todopoderoso;
Y desde allí ha de venir a juzgar
A los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo;
La santa iglesia cristiana,
La comunión de los santos;
El perdón de los pecados;
La resurrección de la carne
Y la vida perdurable. Amén
Himno 10: Al mundo gozo proclamad:
Al mundo gozo proclamad:
Ya vino su Señor.
¡Loor sin par Y sin cesar!
¡Cantad al Salvador! (2 x)
¡Cantad, cantad al Salvador!
El mundo viene a gobernar
Jesús, con compasión.
Sosegará, Perdón dará
Y paz al corazón. (2 x)
Y paz, y paz al corazón.
Al mundo libra de maldad.
Le ofrece bien y amor.
¡Reciba al Rey Su santa grey,
Al fiel y Buen Pastor! (2 x)
¡Al fiel, al fiel y Buen Pastor!
¡Al mundo gozo! ¡Elevad
De júbilo canción!
¡La voz alzad, Y gracias dad
A Dios por su gran don! (2 x)
¡A Dios, a Dios por su gran don!
Evangelio: Escuchemos el evangelio según San Lucas 2,25-38
25 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor. 27 Movido por el Espíritu, vino al Templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al Templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, 28 él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:
29 «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
conforme a tu palabra,
30 porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 luz para revelación a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel».
33 José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. 34 Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:
—Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha 35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido siete años desde su virginidad, 37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. 38 Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Pastor Sermón:
Estimadas hermanas, estimados hermanos,
El relato bíblico habla de dos personas ancianas y cualquier joven que nos sigue en este culto podría reaccionar de inmediato: “Ah! Si este pasaje describe la vivencia de dos personas ancianas, entonces mejor apago mi celular, mi Tablet o mi PC, ya que, sin lugar a dudas, ¡lo que sigue no será para mí! Nada más lejos de la verdad, ya que, lo que han vivido estas dos personas en su ancianidad ciertamente había comenzado en su juventud.
Ciertamente sabemos muy poco de la juventud de ambos: el evangelista Lucas se concentra en lo esencial de su encuentro con el niño Jesús y sus papás, María y José: de la primera persona, de Simeón, no recibimos ninguna información ni descripción de su juventud, muy por el contrario: se habla de su edad muy avanzada, de una promesa que le había sido dado por el Espíritu Santo de Dios y de la muerte, temas, en general, muy alejados del interés de cualquier persona joven, ¿no es cierto?
De la segunda persona, de Ana, a la cual se refiere Lucas en este pasaje, recibimos más detalles, también de su juventud: Lucas nos dice quien era su padre, Fanuel, probablemente un nombre que nunca lo habíamos escuchado antes, como también, algo esencial para cualquier judío, de que tribu provenía, en este caso de la tribu de Aser. Y se nos entrega algunos detalles más: estaba casada, y cuando se casaba era virgen (después de su virginidad), un detalle que llama la atención, especialmente hoy en día en nuestros tiempos modernos. Pero, evidentemente, no es el tema esencial del pasaje. Se casó y ya después de siete años de matrimonio, enviudó y ahora ya tenía 84 años, o sea, durante más de 60 años había vivido como viuda, algo que seguramente nadie lo desea, menos una persona joven que se está preparando para el matrimonio. Pero, esta descripción de Ana nos muestra claramente que la vida a veces tiene sus vueltas inesperadas e inexplicables. Diría que este es un primer mensaje de esta persona anciana, de esta vida: una persona joven, muchas veces piensa que todo está bajo control, todo está planificado perfectamente y nada puede echar abajo o cambiar estos planes. Pero lo cierto es, que esto no es así. Entonces, la gran pregunta de la vida de Ana es: ¿Cómo se puede soportar un golpe tan fuerte? ¿Cómo se puede manejar una situación tan inesperada y cómo se puede salir adelante? El famoso filósofo Sören Kierkegaard dijo alguna vez: Verstehen kann man das Leben (erst) rückwärts, leben muss man es vorwärts: La vida solamente se puede comprender en la retrospección, pero hay que vivirla mirando hacia adelante. Y me parece que este es el punto esencial de ambas vidas, tanto de la vida de Simeón como también de la vida de Ana: ambos tenían una perspectiva, una esperanza, una meta y por esta meta valía la pena vivir y esperar, tener paciencia, y sobre todo tener una fuerte convicción.
En el caso de Simeón esta esperanza nació por la intervención directa de Dios: Lucas lo describe así: Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor.
El Espíritu Santo le había revelado algo, algo esencial, algo fundamental, algo trascendental. No sabemos en qué momento de su vida, siendo muy joven, siendo ya mayor, pero, lo digo de modo intuitivo, me parece que difícilmente cuando ya era mayor, todo indica que vivía según las expectativas divinas desde joven y que también desde joven tenía esta meta de su vida delante de sí: vería al Ungido del Señor. Y solamente después moriría. Y, sin lugar a dudas, no era de aquellas personas que dirían: entonces esperemos que tenga muchos años de vida para poder disfrutarla y pasarlo bien, pasarlo chancho, como se suele decir, y después, al final, cuando de todas maneras tendré que morir, allí, para estar preparado para mi última hora, que se me aparezca el Ungido de Dios. Muy por el contrario: Simeón era de aquellas personas que subordinan todo a una meta definida, clara y precisa, por una sencilla razón: Esta promesa que había recibido del Espíritu Santo de ver al Ungido del Señor no era una promesa cualquiera, por ejemplo como las escuchamos muy a menudo cuando hay elecciones y cuando los candidatos prometen tanto, sabiendo que depende de tantos aspectos si algún día podrán cumplir sus promesas. (Versprechen das Blaue vom Himmel herab) ya que el Ungido del Señor no es un hombre cualquiera. El Ungido del Señor es el Mesías (en hebreo) o el Cristo (en griego): para los judíos este Ungido era y es la persona central de toda la historia de la humanidad, de todos los eventos, de todas las esperanzas, de todas las expectativas, de todo el desarrollo de la historia y para los cristianos es igual. Recibir tal promesa significaba algo tan grandioso y tan maravilloso que había que subordinarlo todo a esta promesa y esperanza. Y esto lo había hecho Simeón.
Algo similar le había pasado a Ana: “era profetisa y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. 38 Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.”
Ciertamente, Ana llevaba una vida muy especial: esperaba al niño Jesús, ya que era profetisa, tenía la certeza que algún día también vería al Mesías y toda su vida giraba en torno a esta esperanza, día y noche, comer y ayunar, orar y contarles a los demás, esperar y ver como pasaron los días, las semanas, los meses y los años, aproximadamente 60 años: inimaginable para cualquier persona moderna: ¿Cómo se puede vivir así? Con una meta tan irreal, comentaría cualquier persona del siglo 21, por lo menos me parece a mí. Y probablemente muchos se habían burlado de ella. Algunos probablemente la habían exhortado: “¡Aterrice! ¡Vuelva a la realidad! ¡Estás tan volada! ¡No se puede vivir así!”
Ambos, tanto Simeón como Ana, son personas enfocadas, concentradas, motivadas por un tema central de sus vidas: ver al niño, ver al Ungido para poder despedirse de esta tierra, de esta vida, en paz. Y en esta concentración son ejemplares. Tienen una meta, saben por qué vivir, su vida está llena de sentido, de trascendencia y saben que al cerrar los ojos aquí no todo termina, punto final y nada más. Su vida gira en torno a Jesús, incluso ya antes de tener la menor idea cómo y cuándo lo encontrarán. Creo que esto es tan fundamental, independientemente de la realidad concreta de nuestra vida, de nuestra profesión, de nuestra familia, de nuestro contexto histórico, de nuestro quehacer concreto: la persona esencial de nuestra vida, siendo jóvenes o siendo ancianos, al inicio de nuestra carrera, de nuestro matrimonio, de nuestra vida laboral etc. o al final de todo ello: la persona que marca presencia en nuestras vida, en el presente, en el futuro y por ello también en nuestra última hora, como en el caso de Simeón (29 «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, 30 porque han visto mis ojos tu salvación,), esta persona debe ser Jesús. De ÉL depende todo.
Por ello les digo a los jóvenes y a los ancianos, hombres y mujeres, a todos: hoy es el primer domingo después de Navidad; el relato bíblico que hemos escuchado nos describe de modo tan impresionante como este nacimiento había marcado la vida de Simeón y de Ana: así debería ser en nuestra vida, ciertamente de manera muy personal, Jesús guía siempre individualmente, personalmente, pero guía, marca presencia, deja mucho más que su huella, protege, nos forma, nos educa, nos fortalece en la fe, tal como lo hizo en la vida de estas dos personas.
A todos les deseo de todo corazón que así sea en nuestras vidas, ancianos, jóvenes, adultos, alumnos, estudiantes, profesionales, mamás, papás, hijos e hijas, nietos, nietas.
Amén
Himno 16:
1. Creyentes todos, alabad
Al grande excelso Dios:
El cielo abierto contemplad;
¡Loadle en alta voz!
¡Loadle en alta voz!
2. Dejando el trono celestial
Desciende el sumo bien,
Y asume forma de mortal,
Naciendo hoy en Belén,
Naciendo hoy en Belén.
3. Encubre en carne su poder,
Y oculta su esplendor;
Humilde siervo viene a ser
Él que es nuestro Hacedor,
Él que es nuestro Hacedor.
4. Abre el Señor de par en par
Las puertas del Edén.
Load, cristianos sin cesar
Al niño del Belén
Al niño de Belén.
Pastor y comunidad: Oremos:
¡Padre celestial, Señor Jesucristo! Tu venida al mundo ha cambiado la historia humana, ha transformado millones y millones de vidas, en lugar de vivir en la oscuridad, sin esperanza, sin rumbo, en una búsqueda interminable, han encontrado en ti el perdón, tu luz que ilumina nuestro camino, a veces sin entender bien cómo y porqué, pero al mirar atrás han podido darse cuenta cómo has ordenado sus vidas, sus familias, sus matrimonios, sus amistades y como, a veces repentinamente, han descubierto cuán fútil habían sido sus ocupaciones, sus placeres, sus prioridades, y encontraron en ti al buen pastor que los guia por el buen camino a la vida, a la paz, a la reconciliación, al sentido. Y de esta manera muchos han podido dejar huellas en este mundo, hasta en sus propias naciones. Reconocemos la fe ha perdido su significado para muchos, incluso se burlan, se mofan, se ríen y destruyen. Señor, solamente podemos pedirte por un nuevo avivamiento, primero en tu iglesia, pero también en nuestra sociedad, en nuestras naciones, una unidad que solamente la puedes regalar tú.
Hoy queremos encomendarte a todos aquellos que cargan con tanta responsabilidad: en nuestra iglesia: el Consejo Sinodal, nuestro Obispo Alexis Salgado, nuestro presidente Walter Dümmer, los directorios de las comunidades y sus pastores y los miembros.
También quisiéramos pedirte por nuestros hermanos y hermanas perseguidos quienes sufren por seguirte a ti, soportando torturas, cárcel, trabajos forzados, alejamiento de sus seres queridos: ¡Qué tú los fortalezcas y acompañes e ilumines cada día!
Te encomendamos a los enfermos, a los tristes y deprimidos, como también a todos aquellos quienes los cuiden, especialmente todo el personal médico que asume tantas exigencias laborales.
Y, en silencio, cada uno puede dirigirse personalmente a Dios, presentándole sus agradecimientos y sus peticiones: Amén.
Oremos ahora todos juntos:
Padre nuestro
Que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre;
Venga a nos tu reino;
Hágase tu voluntad,
Así en la tierra como en el cielo;
El pan nuestro de cada día,
Dánoslo hoy;
Y perdónanos nuestras deudas
Así como nosotros perdonamos
A nuestros deudores;
Y no nos dejes caer en la tentación;
Mas líbranos del mal;
Porque tuyo es el reino,
El poder y la gloria
Por los siglos de los siglos. Amén
Pastor: Pedimos ahora por la bendición de Dios para cada uno de nosotros:
¡El Señor te bendiga y te guarde!
¡Haga el Señor resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia!
¡Vuelva el Señor su rostro sobre ti y te conceda la paz! Amén.
Himno 15:
Cantad con júbilo
Un nuevo cántico:
A salvar al hombre
Viene Cristo aquí;
Ensalzad su nombre
Dadle gracias mil.
¡Todo canta en mí!
¡Todo canta en mí!
¡Qué grande es su bondad!
¡Qué dulce su humildad!
Un pesebre en cuna
Convirtió, señal
Que en mayor fortuna
Convirtiendo el mal,
Salvará al mortal.
Salvará al mortal.
Amor me vino a dar,
Contento y bienestar.
Sin El condenado
Fuera, sin perdón;
Él nos ha ganado
Plena salvación.
¡Canta, oh corazón!
¡Canta, oh corazón!
Amor, ¡oh Cristo!, y paz
Irradian de tu faz.
Cánticos te damos
En la tierra aquí.
Gloria cantaremos
En el cielo a Ti.
¡Llévanos allí!
¡Llévanos allí!
Pastor: Queridos hermanos y hermanas: ¡el domingo es el primer día de la semana! Los cristianos comenzamos la semana con el mensaje de la Palabra de Dios, con sus promesas, con Él y con la certeza y convicción de todo lo que hizo, en estos días, pero siempre, por medio de Jesucristo. Todos somos tan olvidadizos. En el día a día nos sentimos desafiados, surgen complicaciones, tareas pesadas, conflictos – y ya olvidamos todo lo que escuchamos, aprendimos, descubrimos. Aprendamos a vivir en la semana, en estos días laborales, cotidianos, desde la perspectiva de la Palabra que escuchamos el día domingo, o sea: desde la perspectiva de la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En este sentido les deseo a todos ustedes una semana bendecida.
Posludio