Primer Domingo de Cuaresma
Karl Michael, Iglesia Luterana en Santiago
Saludo e invocación:
Queridas hermanas, querido hermanos, les saludo de manera muy afectuosa en este primer domingo de cuaresma, tiempo de espera y reflexión.
Espero que puedan tener un bonito momento de espiritualidad leyendo/celebrando este culto, ya sea que se encuentren solos o en compañía. Les invito así a continuar con esta celebración, sabiendo que:
La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, que nos ama y cuida con cariño como un padre y una madre, y la comunión del Espíritu Santo, que nos consuela, anima y orienta, están con todos nosotros siempre, y especialmente en este momento. Amén.
Salmo del día:
Y es en ese amor de Dios que leemos las palabras del salmista:
(Salmo 91.1-6; 9-12)
1 El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
2 Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi fortaleza, el Dios en quien confío».
3 Solo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas,
4 pues te cubrirá con sus plumas
y bajo sus alas hallarás refugio.
¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
5 No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
6 ni la peste que acecha en las sombras
ni la plaga que destruye a mediodía.
9 Ya que has puesto al Señor por tu refugio,
al Altísimo por tu protección,
10 ningún mal habrá de sobrevenirte,
ninguna calamidad llegará a tu hogar.
11 Porque él ordenará que sus ángeles
te cuiden en todos tus caminos.
12 Con sus propias manos te levantarán
para que no tropieces con piedra alguna.
Confesión:
Por estar reunidos en la presencia del Señor, reconocemos y confesamos humildemente nuestras debilidades, limitaciones, imperfecciones – nuestros pecados. Inicialmente podemos quedarnos en silencio para que cada uno realice su confesión personal.
(Momento de silencio)
Señor, tú nos aceptas porque nos amas. Nosotros, sin embargo, fallamos en nuestra convivencia. Nos cuesta mantener los vínculos que unen y favorecen la comunión y la paz. Reconocemos y confesamos que dejamos de practicar el amor, el acogimiento, el perdón. Por esto, con humildad, decimos:
♪ Kyrie Eleison – Señor ten piedad de nosotros
♪ Criste Eleison – Cristo ten piedad de nosotros
♪ Kyrie Eleison – Señor ten piedad de nosotros
Gloria:
♪ Gloria a Dios en las alturas:
Y en la tierra paz y para los hombres buena voluntad.
A Dios dad gracias, dad honor y gloria en las alturas; pues, sabio y grande
Protector, bendice a sus criaturas; con fuerzas y buena voluntad, remedia la
necesidad y alivia las tristuras.
Amén
Oración del día:
Dios de amor y perdón que siempre estás junto a nosotros, ayúdanos a acoger tu Palabra con corazones abiertos, para que así ella nos fortalezca en tu amor y nos oriente en caminos de honestidad. Esto te lo pedimos en nombre de Jesucristo, que contigo y con el Espíritu Santo viven en nuestros corazones. Amén.
Lectura:
El texto elegido para la reflexión de hoy se encuentra en Mateo 4.1-11:
1 Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo sometiera a tentación. 2 Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. 3 El tentador se le acercó y le propuso:
—Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan.
4 Jesús le respondió:
—Escrito está: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.[a]
5 Luego el diablo lo llevó a la ciudad santa e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del templo, y le dijo:
6 —Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo. Porque escrito está:
»“Ordenará que sus ángeles
te sostengan en sus manos,
para que no tropieces con piedra alguna”».
7 —También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” —le contestó Jesús.
8 De nuevo lo tentó el diablo, llevándolo a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor.
9 —Todo esto te daré si te postras y me adoras.
10 —¡Vete, Satanás! —le dijo Jesús—. Porque escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”.
11 Entonces el diablo lo dejó, y unos ángeles acudieron a servirle.
Reflexión:
Me imagino a un Jesús caminando solo en medio del desierto, sediento y hambriento por las largas horas bajo el sol. Me imagino a un Jesús rodeado por diversos pensamientos, de la misma forma que cuando nos encontramos solos por un largo tiempo y comenzamos a divagar y conjeturar diferentes situaciones. No sabemos qué forma tenía este tentador. Si te trataba de la propia consciencia de Jesús hablándole a él mismo o de si realmente era otra persona con la que se había encontrado. Independientemente de esto, Jesús es interpelado: Que “si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan”; “Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo”; “Todo esto te daré si te postras y me adoras”. El tentador desafía a Jesús, lo coloca a prueba.
Es interesante recordar que es el Espíritu el que envía a Jesús al desierto, esto luego de su bautismo y antes de comenzar su ministerio público. Un Espíritu que promueve en Jesús el desarrollo de la humildad, del servicio a los demás, y que lo invita a despojarse de sí mismo y de ambiciones egoístas. Aquí vemos a un Jesús que no necesita demostrar cosas para darse propia satisfacción. Por lo contrario, vemos a un Jesús que actúa y responde con sabiduría, sobreponiéndose a las circunstancias. Es la actitud del Jesús que cuando hace milagros, los hace por los demás y no por sí mismo. Es el Jesús que multiplica panes y peces para alimentar a otros, que sana a hemorrágicas y paralíticos, que calma la tormenta para que los otros se tranquilicen. Es el Jesús coherente en su amor al prójimo que llega incluso a ser asesinado por su modelo de vida.
Así, este paso por el desierto es un viaje profundo, en el cual nos enfrentamos a nuestros límites, a nuestros deseos y egoísmos, y en el que el individualismo, la ambición y otros valores de este mundo entran en tensión con este amor y entrega del cual Jesús nos habla. En otras palabras, somos tentados por nuestro ego, a ser más de lo que somos, más que otros, más que la vida.
Jesús responde al tentador: “No solo de pan vive el ser humano, sino que de toda palabra que procede de la boca de Dios”. Creo que solo quien haya pasado por situaciones de hambre puede realmente entender lo que significa ser tentado con pan (alimento) de manera fácil. En ese sentido, no podemos desconocer la hambruna que hoy muchas personas atraviesan, y más aún con la situación actual de pandemia que ha dejado a un sinnúmero de personas sin sustento económico en Chile y el mundo. La palabra de Dios, con la que responde Jesús, se trata de ese amor al prójimo, amor que busca el bienestar y plenitud del otro. Es el Reino de Dios que desea justicia para este mundo, donde el hambre y otras necesidades básicas no estén más presentes en la vida de nuestros hermanos y hermanas. Es la palabra de Dios que nos invita a ser solidarios, empáticos y misericordiosos, a compartir el pan con quienes están alrededor nuestro. Actitudes que nacen del amor sincero al cual Dios nos invita, y que fue el que Jesús vivió en esta Tierra.
En ese sentido, vivir de la Palabra de Dios significa también cultivar nuestra espiritualidad. Es decir, de conectarnos con ese amor de Dios, con el prójimo y con nuestro propio ser. Así como el paso por el desierto que tuvo Jesús durante 40 días, o como el pueblo de Israel que anduvo por 40 años en medio del desierto antes de llegar a la Tierra prometida, nosotros comenzamos en esta cuaresma, también de 40 días, un nuevo viaje por nuestro propio desierto. Desierto que no está exento de riesgos y en el que podrán surgir preguntas que no siempre son fáciles de responder: ¿Dónde me encuentro en este momento de mi vida? ¿Hacia dónde caminan mis deseos? ¿Buscan que yo sea más que otros, que tenga más poder, que pueda contentarme solo conmigo mismo? ¿Dónde está el límite entre mi propia satisfacción y la de los demás?
Vivimos en un mundo y sociedad que nos encanta con el consumo, el ser reconocidos y el exitismo. Desde pequeños somos incentivados a ser los mejores en lo que hacemos. Recuerdo como en el colegio le daban mucha importancia a las notas y los resultados académicos, generándose una presión sobre nosotros los alumnos. Era un número el que nos definía, y buscábamos ser reconocidos por eso. Al menos para mí y mis compañeros era así. De esa misma manera buscamos otras cosas en la vida y muchas veces solo para cumplir expectativas de otros. ¿Pero estamos siendo sinceros con quienes somos y lo que queremos? Conocernos a nosotros mismos, ser honestos con quienes somos, es importante en el camino del amor propio, al mismo tiempo en que de ahí deviene el amor hacia nuestro prójimo. ¿Es posible ser deshonesto consigo mismo y al mismo tiempo poder entregar amor a otros? ¿No es la honestidad también un acto de amor?
Así, nos adentramos en estos 40 días de travesía en el desierto. Sin embargo, no estamos solo en este caminar. Igual que Jesús, somos acompañados por el Espíritu de Dios. Ese Espíritu que recibimos en nuestro bautismo y que está junto a nosotros cada día de nuestras vidas. El Espíritu es quien nos impulsa a andar por estos caminos, a hacernos preguntas difíciles, a enfrentarnos con nosotros mismos y con este mundo, a sus expectativas y sus injusticias, pero también a mirar con esperanza. Es ese Espíritu el que nos invita a ser sinceros y transparentes con Dios, a mostrarle aquellos lugares de nuestra vida donde no somos lo suficientemente humildes. Jesús, después de pasar por el desierto comenzó su ministerio público. Vivió el amor de Dios en su totalidad, llevando ese amor a otras personas y transformando vidas. Como hijos e hijas de Dios, y como conocedores de este gran mensaje de amor, somos también capaces de transformar vidas. Así, podemos dejar imbuirnos por el amor de Dios, ser transformados por él y así transformar a otros.
Que este tiempo de cuaresma sea un caminar sincero con quienes somos. Que el andar por el desierto pueda hacernos más humildes y dispuestos a servir en el amor de Dios. Amén.
Canto:
Inspirados e inspiradas en la reflexión es que les invito a cantar:
♪323 – Estos cuarenta días hoy
Oración de intercesión:
Ahora les invito a que tengamos un momento de oración por nuestro mundo, iglesia y sociedad.
Dios, fuente de amor y misericordia. Hoy pedimos por nuestro mundo y por todos los desafíos que estamos enfrentando como sociedad humana. Pedimos por los procesos de vacunación que se llevan a cabo en diversos países contra el Covid-19, para que la solidaridad y cooperación entre países pueda verse reflejada en este ámbito. Nos recordamos de los migrantes y refugiados, por aquellas personas que salen de sus países porque ya no es más posible vivir en ellos. Pedimos por misericordia y compasión, para que puedan encontrar espacios de acogida, paz y tranquilidad.
Colocamos en oración a nuestra Iglesia, para que ella pueda ser un testimonio fiel de tu amor y solidaridad. Que las comunidades cristianas puedan ser siempre un espacio de acogida e inclusión para quienes necesitan ser escuchados, alimentados y abrazados. Que el perdón y la reconciliación sean los mensajes que podamos llevar a este mundo que hoy se encuentra tan dividido.
Pedimos por nuestro país y sociedad. Seguimos en oración por la situación de la pandemia en Chile y el mundo. Sigue dándoles fuerzas y valor al personal de la salud que trabaja incesantemente. Pedimos por las personas que han sido afectadas por la crisis sanitaria, tanto por la pérdida de algún familiar o amigo, como también aquellos que se han visto perjudicados económicamente. Dales paz y consuelo, y permite que corazones solidarios se dispongan a acompañarlos y ayudarlos en estos difíciles momentos.
Así, amparados en tu misericordia es que juntos y juntas decimos las palabras que tu Hijo Jesús nos enseño:
Padre Nuestro…Amén.
Bendición:
Nos dirigimos a Dios de forma especial para que su bendición se haga parte de nuestras vidas.
Que Dios te bendiga y te guarde.
Que Dios haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia.
Que Dios alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
Amén.
Canto final:
Y así, despidiéndonos en el Espíritu de Dios, es que les invito a cantar esta última canción.
♪519 – Danos un corazón
Estribillo
Danos un corazón grande para amar,
danos un corazón fuerte para luchar.