Vicario Robinson Reyes
Domingo 29 de noviembre de 2020
Este orden busca facilitar la celebración del culto familiar. Utilizamos en forma totalmente inclusiva términos como “hermanos”, “nosotros”, y otros, que refieren a hombres y a mujeres. Tal como en nuestros cultos presenciales, queremos que todos los asistentes participen activamente. En los distintos momentos, una o varias personas pueden oficiar como “guía” (G) o “lector” (L) y las demás responder (con lo que está escrito en color rojo), según corresponda. Las corcheas (♫ ) indican una sección cantada, no obstante, si la dificultad es muy alta para usted y quienes le acompañan, puede reemplazar el canto por la lectura. Brindamos explicaciones escritas en cursiva, como este párrafo, para facilitar la comprensión; algunas pueden decirse en voz alta, otras simplemente ser ejecutadas por quien guía.
Les invitamos a preparar un ambiente adecuado para la celebración del Señor. Sugerimos habilitar un pequeño altar (por ejemplo, en una mesa u otra superficie estable), cubrirlo con un mantel blanco, que es el color del tiempo de Pascua, y sobre él colocar una cruz, una biblia abierta (en un texto que sea significativo para ustedes como familia, un salmo, o en el del evangelio de hoy, etc.) y dos velas (una a cada lado de la biblia). Si no es posible contar con lo anterior, procuremos que nuestro espacio esté lo más libre posible de ruidos o elementos distractores (silenciar dispositivos móviles, alarmas, etc.).
Antes de comenzar, dispongámonos a participar activamente, revisemos este orden en su totalidad, asignemos las distintas secciones entre los presentes que guiarán, y, con actitud de recogimiento, comencemos.
ORDEN DEL CULTO
Guía (G): En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo los cielos y la tierra.
♫ Himno de Apertura: Despertad (Libro de Liturgia y Cántico, N°276).
¡Despertad!, que a todos llama del guarda fiel la gran proclama: “¡Despierta, pueblo de David!”.
Aunque es medianoche, es hora. Se escucha ya la voz sonora: “¡Prudentes vírgenes, salid!
La lámpara encended, y al fiel esposo ved”. ¡Aleluya!
¡Presto acudid al Adalid! Con júbilo a sus bodas id.
G: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo, sean con ustedes. Y también contigo.
G: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
T: En el Verbo estaba la vida, y la vida era la luz de las gentes.
G: Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad;
T: y hemos visto su gloria.
CONFESIÓN DE PECADOS.
G: Del Señor, nuestro Dios, es el tener misericordia y el perdonar; aunque contra él nos hemos rebelado, y hemos desobedecido su voz y sus leyes (Daniel 9:9-10).
G: En silencio, confesemos nuestros pecados.
Sigue un momento de silencio, para examen de conciencia y confesión de pecados. Después:
G: Dios de misericordia, confesamos que hemos pecado contra ti en pensamiento, palabra y obra, en lo que hemos hecho y en lo que hemos dejado de hacer. No te hemos amado con todo el corazón; no hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sincera y humildemente nos arrepentimos. Por amor de tu Hijo Jesucristo, ten piedad de nosotros y perdónanos; así tu voluntad será nuestra alegría y andaremos por tus caminos, para la gloria de tu santo nombre. Amén.
G: Señor, ten piedad de nosotros. ♫ Señor, ten piedad de nosotros.
G: Cristo, ten piedad de nosotros. ♫ Cristo, ten piedad de nosotros.
G: Señor, ten piedad de nosotros. ♫ Señor, ten piedad de nosotros.
G: Por la misericordia de Dios, Jesucristo fue enviado para morir por nosotros; y por amor a Él, Dios nos perdona nuestros pecados (1 Timoteo 1:15). En el nombre del Padre, y del Hijo+, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN DEL DÍA.
G: El Señor esté con ustedes. Y también contigo.
G: Oremos. Señor: haz sentir tu poder y ven. Protégenos con tu fuerza y sálvanos de los peligros que por nuestros pecados nos amenazan. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por la eternidad. Amén.
PALABRA.
Evangelio: Marcos 13,33-37.
Después de la lectura:
Alabado sea nuestro Señor Jesucristo, ¡Aleluya! ♫ Aleluya, aleluya, aleluya.
Reflexión Bíblica.
Se puede guardar un momento de silencio para meditar en las lecturas de la Palabra de Dios. Luego, quien guía puede compartir una breve reflexión, o invitar a los presentes a hacerlo. Para estimular la reflexión, puede preguntar: ¿qué te llamó la atención? ¿Alguna frase, algún personaje, alguna imagen? ¿Qué lección te entrega? ¿De qué manera impacta (reafirma y cuestiona) tu fe? Después de esto, como respuesta, se canta un himno.
Mirad, velad y orad, porque no saben ni el día ni la hora. Tres acciones que describen el llamado del Evangelio de hoy a estar atentos. Atentos a nosotros, atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, como vigilantes, como guardias, bien despiertos. Al mismo tiempo, una exhortación frente a la pasividad, la resignación, y a dejarse vencer por el miedo al futuro. O, dicho al revés, a ser activos contra la negatividad, contra el desánimo; seguros de que lo que es desmoronado y destruido, en Cristo es levantado y reconstruido, pues en Él, todo es hecho nuevo. Y, podríamos decir que esto es nuestro Adviento, que esto es nuestra espera: no es un comienzo desde cero, sino la transición entre lo viejo y lo nuevo; lo nuevo que se consolidará en la plenitud total, cuando la voluntad del Señor sea la que nos rija, a nosotros y al mundo…
Podríamos considerar lo anterior como un relato de fe y esperanza, o como una declaración de intenciones. Aunque la realidad suele ser más cruda y compleja. Por ejemplo, nos cuesta estar alegres en medio de la catástrofe, la fe suele flaquear en medio de las crisis, y es difícil esperar cuando sentimos que “el agua nos llega al cuello”. ¿De qué alegrarme, confiar en quién, esperar hasta cuándo? Pero, el Evangelio, una vez más, nos invita a ir más allá: no saber el día ni la hora no es un apresamiento de la incertidumbre, una mala jugada para tenernos ahí, a medias, agotados, como obligados. Todo lo contrario: es el principio del fin de la espera: “no pienses en un día indeterminado, sino vive vigilante, atento, ahora; pues el Señor hoy viene a tu vida”. Jesús no se va en la fiesta de la Ascensión, ni viene una vez al año cada 25 de diciembre. Hoy quiere nacer en el pesebre de mi corazón, vivir en Él, y hacerme nueva criatura. Entonces, ¿qué espero? Espero su manifestación plena, convencido de que ya está siendo, de que está ocurriendo. Una espera certera…
Lo mismo pasa con la alegría. Más allá de “chispazos”, o momentos o sucesos felices concretos, la promesa de la venida y morada del Señor en mí, me hace vivir como que ya está, y en esa seguridad voy, alegre, alegre en medio de la tristeza, sabiendo que la noche pasará, y que el sol se dejará ver resplandeciente. Y esta forma de alegría, que es la alegría de Jesús, pasa a ser una actitud de vida, impregnada en mi ser, que me permitirá vivir el presente en plenitud, independientemente de un mal momento. ¿No logro ver esta alegría? Contemplaré cuántas bondades he recibido de parte del Señor, partiendo por la fe; veré cómo me ha levantado, guiado y sostenido; cómo me ha sanado y librado; y no podré sino agradecer, y alegrarme… a pesar del presente…
No sabemos el día ni la hora en que, por fin, nuestros males acabarán. Pero, sabemos que el Señor está con nosotros, pues nunca se ha ido. Esperemos su gran manifestación en nuestras vidas; confiados, atentos, y velando; no como esperando algo que viene sin saber cuándo, sino como esperando lo que ya está en camino, como una obra que ya está ocurriendo en nuestros corazones. Y en el intertanto, que cada día sea vivido en la alegría que el inminente encuentro con Él, nos produce. Amén.
♫ Himno de respuesta al Evangelio: Ven, Señor, no tardes (Libro de Liturgia y Cántico, N°280).
Estribillo:
Ven, Señor no tardes en llegar, y la paz al mundo le darás.
Con tu luz podremos caminar, la noche se vuelve claridad.
Por las sendas de la vida se abren nuevos horizontes.
En las sombras de las penas un nuevo sol brillará. Estribillo.
La tristeza de las gentes se convierte en alegría.
El rencor de las naciones se ha convertido en amor. Estribillo.
CONFESIÓN DE FE.
G: En Cristo, hemos escuchado la palabra de verdad, el Evangelio que nos salva.
T: Creemos en Él y quedamos sellados con el Espíritu Santo prometido.
G: Somos hechos hijos de Dios por nuestro bautismo en Jesucristo. Unidos en confianza y esperanza, confesamos nuestra fe:
T: (Credo apostólico).
La paz.
G: La paz del Señor sea siempre con ustedes. Y también contigo.
Todos pueden saludarse mutuamente, en el nombre del Señor.
Oración General de la Iglesia.
En este momento, oramos como iglesia. Lo hacemos en comunión con los hermanos que agradecen y ruegan confiados a Dios a través de todo el mundo, y como comunidad doméstica, tal como los primeros cristianos. Es una oración que refleja nuestras súplicas comunitarias.
Quien guía puede dirigir oraciones, o dar la oportunidad para que cada participante también lo haga. Podemos agradecer y pedir por: el día vivido, la iglesia, las familias, nosotros mismos, el país, el mundo, los gobernantes, los enfermos, los motivos personales, etc. La oración por los motivos personales se puede hacer en silencio.
G: Oremos.
Después de cada oración, se puede decir:
G: Dios de misericordia, atiende nuestra súplica.
Al finalizar las oraciones:
G: Señor, no sabemos orar. Pero, llenos de confianza en tu gracia, lo hacemos como lo hizo Jesús: (Padre nuestro). ♫ Amén.
♫ Himno de Despedida: El Dios de paz, Verbo divino (Libro de Liturgia y Cántico, N°277).
El Dios de paz, Verbo divino, quiso nacer en un portal.
Él es la luz, vida y camino; gracia y perdón trajo al mortal.
Estribillo:
Ven, Salvador, ven sin tardar; tu pueblo santo esperando está.
Por una senda oscurecida vamos en busca de la luz;
luz y alegría sin medida encontraremos en Jesús. Estribillo.
Nuestro Señor vendrá un día lleno de gracia y majestad.
De nuestro pueblo Él será guía; junto iremos a reinar. Estribillo.
BENDICIÓN.
Que Dios, fuente de toda esperanza, nos conceda alegría y paz, y así nos sintamos cada día más esperanzados por el poder el Espíritu Santo. Y la bendición de Dios, Padre, Hijo+ y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre. ♫ Amén.
Envío.
G: Vayamos en la paz del Señor y sirvámosle con alegría. Demos gracias a Dios.