Culto Décimoquinto Domingo de Trinidad.
(Pastor Esteban Alfaro. El Redentor. Santiago)
1)Himno de entrada:
471. La Paz del Señor. (Libro de Liturgia y Cántico).
(Lector)
2)Invocación: Estamos reunidos en el nombre del Padre; del Hijo; y del Espíritu Santo. Amén.
3)Introito: Salmo 119:129-136.
4)Confesión:
(Lector) Hermanos y hermanas en la fe, ya que estamos claramente en presencia de Dios abramos nuestros corazones y mentes a nuestro Señor. En el Salmo 32 está escrito:
“Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo. Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no acusa de falta alguna. Mientras no confesé mi pecado mi cuerpo iba decayendo con mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer. Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad, decidí confesarte mis pecados y tú, Señor los perdonaste”.
(Lector) Siendo así nos invito a confesar ante Dios nuestra condición humana y nos invito a presentarle a Dios nuestros actos y nuestras conciencias; sabiendo que de Él brota constante el perdón y la redención que traen salud a nuestro cuerpo y espíritu.
(Lector) Nos confesamos ante Dios en silencio.
5)Kyrie:
Señor ten piedad de nosotros
Cristo ten piedad de nosotros
Señor ten piedad de nosotros
6)Oración:
(Lector) Te damos gracias, Señor, por tu perdón. Por el
amor que nos entregas; porque renuevas nuestro espíritu con el don de tu misericordia. Amén.
7)Gloria:
(Lector) Gloria a Dios en las alturas!!
(Comunidad)En la tierra paz….
A Dios dad gracias…
(Lector) El Señor sea con vosotros.
(Comunidad) Y con tu espíritu!!
8)Lectura: Sl. 127:1-2.
9)Himno: 592. Cuán grande es Él. (Libro de Liturgia y Cántico)
10)Prédica: San Mateo 6:25-34.
La ansiedad y la angustia son, entre otros, dos grandes males de este siglo… Pero, no solo de este siglo. En la antigua Grecia también estaban presentes, aunque era otro siglo. Para ellos, entre los males que escaparon del ánfora que Pandora se atrevió a abrir estaban entre otros, la ansiedad y la angustia. Ansiedad (del griego: Merimnate), es el término que usa San Mateo en este pasaje. Algunas ediciones de la Biblia lo traducen como “preocupación”. Pero la verdad es que “ansiedad” es la palabra se ajusta a lo escrito. Se trata de un estado del espíritu; un estado de gran inquietud, nerviosismo y de extrema inseguridad y que además, los chilenos conocemos muy bien… especialmente en estos últimos 14 meses.
En su profundo conocimiento del espíritu humano, Jesús nos invita a dejar la ansiedad de lado. Pero sabemos que en ciertas situaciones resulta sumamente difícil. No siempre estamos a pie firme cuando llegan las pruebas, o simplemente las situaciones nos desbordan y nos resulta difícil superarlas y surge la ansiedad.
Pero en el texto, Jesús se refiere a tres situaciones básicas: comida, ropa y bebida. No hace mención a otras situaciones. Se refiere a necesidades concretas que tienen que ver con cuestiones básicas para la sobrevivencia de nuestro organismo. En este sentido, desde su mirada amorosa, no distamos del resto de la creación. Incluso nos enseña que: al mismo tiempo que compartimos igual condición, tenemos cierta dignidad que nos otorga cualitativamente, un status distinto al resto de lo creado. Y en esta condición Dios nos considera de manera especial.
Las cosas básicas para la vida están ahí, en la naturaleza. Seguramente más cercanas a las personas en esos tiempos que en la actualidad, pues era un mundo rural. Sin embargo, en la mirada de Jesús la vida plena que anuncia, está más allá del afán cotidiano por ellas y más aún de pensar en ellas con ansiedad. Lo básico está al alcance de todos, o por lo menos debería. Cuando en nuestro mundo no es así, es porque seguramente estamos haciendo muy mal ciertas cosas. No por falta de recursos, que brotan abundantes fruto del amor de Dios, si no que por la mezquindad de algunos corazones.
El mismo San mateo nos describe en el capítulo 26, la tristeza y la angustia de Jesús en Getsemaní. Allí da testimonio de que, a pesar de la aflicción y la ansiedad que Jesús sentía por la proximidad de su muerte, supo poner su mirada en la providencia divina. Él, en ese momento, acepta su dependencia de Dios. Al igual que los lirios del campo, al igual que las aves del cielo: Jesús se entrega en plena confianza a arbitrio y cuidado de Dios. Al sentir que su vida depende de una realidad superior… no se entrega a la ansiedad, sino que, a pesar de sentirla, se ocupa en confiar en Dios. Vuelca sus sentidos y su corazón en confianza a su Padre Celestial. Se ocupa en encontrar la perspectiva del Reino. Busca y encuentra la comprensión de su realidad, desde el Reino de Dios, que resulta ser lo definitivo.
Desde tiempos remotos el ser humano trae la impronta de la ansiedad y la angustia. Durante siglos fuimos presa de animales feroces, presa de eventos geológicos incompresibles y espantosos, de la inclemencia del clima; presa de tanta adversidad. En el ejemplo de Jesús, no se nos enseña que estaremos libres de ello. Se nos enseña a superarlo. Si la naturaleza, en su condición limitada, se entrega en confianza al ritmo y exigencias que la providencia divina le transfirió, quedando envuelta en constantes ciclos de muerte y resurrección. ¿Por qué nosotros no?
Jesús nos invita a tener “actitud”, a dejar de ser víctimas y convertirnos en protagonistas de nuestro destino en este mundo, en la confianza de que Dios está con nosotros en todo. Nos invita a vivir en confianza y en ella a manejar nuestras ansiedades.
¿Es posible agregar vida, a nuestra vida si estamos ansiosos y angustiados por el devenir? En la perspectiva del texto, no podemos agregar “ni siquiera una hora”.
Agregamos vida, al entender que el alimento fundamental es el que Dios provee por medio de su palabra y que multiplica generoso a pesar de nuestra falta de fe. Agregamos vida cuando nos vestimos con las virtudes que Dios a puesto en cada uno y nos ocupamos de desarrollar, produciendo los frutos que Él quiere. Agregamos vida a nuestra vida, cuando buscamos saciar nuestra sed con el agua viva que brota a torrentes desde el Evangelio y que desea transformar la condición humana. Agregamos vida cuando nos ponemos al servicio de aquello que Dios nos pide y lo buscamos de corazón.
Amén.
11)Himno: 582. Alabaré a mi Señor. (Libro de Liturgia y Cántico)
12)Oración de la Comunidad:
Señor: Te damos gracias Señor, porque en tu providencia podemos encontrar lo necesario para vivir. Porque podemos buscarte confiados, pues te dejas encontrar. Te alabamos Señor pues en tu Hijo Jesucristo, nos provees de vida abundante. Queremos pedirte por aquellos que están solos, por aquellos que están enfermos, por aquellos que están sin trabajo. Muévenos, Señor; a ser compañía; a ser apoyo de quienes padecen necesidad espiritual y material. Te damos gracias Señor pues nos revelas tu Amor. Amén.
13)Padre Nuestro:
Padre nuestro…
14)Bendición Aarónica:
(Lector) Que el Señor nos bendiga y nos guarde; que haga el Señor resplandecer su rostro sobre nosotros; y tenga de nosotros misericordia. Que vuelva el Señor su rostro a nosotros y nos conceda su paz.
Podemos ir en paz, en el nombre del Padre; del Hijo; y del Espíritu Santo. Amén.
15)Himno de salida: 559. Mi espíritu, alma y cuerpo (Libro de Liturgia y Cánticos).