Vicario Robinson Re
ORDEN DEL CULTO
4° DOMINGO DE ADVIENTOy
Domingo 20 de diciembre de 2020
♫ Himno de Apertura: Oh, ven, Emanuel (Culto Cristianos, N°1).
¡Oh, ven! ¡Oh, ven, Emmanuel! Libra al cautivo Israel, que sufre desterrado aquí, y espera al Hijo de David.
¡Alégrate, oh Israel! Vendrá, ya viene Emmanuel.
¡Oh, ven! ¡Tú, vara de Isaí! Redime al pueblo infeliz del poderío infernal, y dale vida celestial.
¡Alégrate, oh Israel! Vendrá, ya viene Emmanuel.
¡Oh, ven! ¡Tú, Aurora celestial! Alúmbranos con tu verdad; disipa toda oscuridad y danos días de solaz.
¡Alégrate, oh Israel! Vendrá, ya viene Emmanuel.
Guía (G): En el nombre de Dios; Padre, Creador del mundo y de todo lo que en él hay; y del Hijo, Jesucristo, nuestro Señor y Redentor; y del Espíritu Santo, nuestra inspiración y guía. Amén.
Iniciamos la Cuarta Semana de Adviento, la última y más breve. Alegrémonos, porque el Señor está cada vez más cerca, y vivamos la espera en forma intensa, con el corazón bien dispuesto.
Ya viene la Navidad, y con ella, la luz eterna de la esperanza (encender vela 4).
G: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo, sean con ustedes. Y también contigo.
CONFESIÓN DE PECADOS.
G: Queridos hermanos, y hermanas: si decimos que no tenemos pecados, no decimos la verdad. Pero, si confesamos nuestros pecados, Dios, que es misericordioso, nos perdonará, y nos limpiará de toda maldad.
G: Entonces, confesemos nuestros pecados. En silencio, abramos nuestro corazón al Señor.
Sigue un momento de silencio, para examen de conciencia y confesión de pecados. Después:
G: Dios de la reconciliación, ten misericordia de nosotros. Por tu inmensa compasión, perdona todos nuestros pecados, los que conocemos y los que no. Sosténnos con tu Espíritu, para que podamos vivir una vida nueva, y servirte; para honor y gloria de tu santo nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.
G: Señor, ten piedad de nosotros. ♫ Señor, ten piedad de nosotros.
G: Cristo, ten piedad de nosotros. ♫ Cristo, ten piedad de nosotros.
G: Señor, ten piedad de nosotros. ♫ Señor, ten piedad de nosotros.
G: Por la misericordia de Dios, Jesucristo fue enviado para morir por nosotros; y por amor a Él, Dios nos perdona nuestros pecados (1 Tim 1:15). En el nombre del Padre, y del Hijo+, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN DEL DÍA.
G: El Señor esté con ustedes. Y también contigo.
G: Oremos. Señor: haz sentir tu poder y ven a nosotros, tu pueblo. Ayúdanos a no desviarnos de tu camino, y prepáranos para la celebración de tu nacimiento, a fin de que te recibamos con gozo, y te sirvamos siempre. Porque queremos que te quedes con nosotros, viviendo en nuestros corazones, en nuestras relaciones, en nuestras decisiones. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, ahora y por la eternidad. Amén.
PALABRA.
Epístola: Romanos 16,25-27.
Evangelio: Lucas 1,26-38.
Después de la lectura:
Alabado sea nuestro Señor Jesucristo, ¡Aleluya! ♫ Aleluya, aleluya, aleluya.
REFLEXIÓN BÍBLICA.
Dios envía a su mensajero, a hablar con una pequeña muchacha. A una humilde casa, en un pueblo de la periferia. Lejos de los grandes centros religiosos, lejos de las autoridades, donde no llega la prosperidad del Imperio, ni el lujo del Templo. La muchacha es muy joven, no tiene experiencia; se siente perturbada y confundida. Atónita. Más débil, más frágil, que nunca.
¿Hemos experimentado estos sentimientos alguna vez? No entender las causas de los problemas, sentir que es injusto lo que me ocurre. ¡Cuán frágiles son mis relaciones, mis proyectos! ¡Cuán incierto se torna el futuro!… ¿Cómo lo viví?… ¿Confié? ¿Confié en el porvenir, en las personas, en mí? ¿Confié en Dios?
Los seres humanos necesitamos un soporte psicoemocional. No podemos vivir realmente solos, ignorados. Algunos teóricos de la psicología, y del comportamiento humano, dirán que en las relaciones significativas nos “completamos”, o que nos “humanizamos”. Esto, desde el momento en que nacemos, incluso desde que estamos en la guatita de la mamá. Como sea, pareciera ser que, sin soportes, nos caemos; nos perdemos, nos desorientamos. Lo mismo que ocurre en nuestra relación con Dios. ¿Es Él mi soporte? ¿Es la roca sobre la que se cimienta mi vida?
¿Cómo me relaciono con Dios, en mi diario vivir? ¿Cómo lo hago en los momentos de fragilidad? ¿Será como con un juez, castigador, de quien prefiero alejarme; o como ese viejito que no responde a mis plegarias? ¿O quisiera prescindir de Él, pero no puedo?
No hay recetas frente a la fragilidad. Cada uno la vive de un modo particular. Unos, apelando a su interior, a sus fuerzas y seguridades; otros, a lo externo, buscando ayuda, buscando un equilibrio. El apóstol Pablo nos enseña que nuestra fortaleza está en el Señor; ¿de qué manera? En su relación con la humanidad, a través de la historia, la cual llega a su momento más alto, en Jesús, el único Mesías. Y ese paso ante la cumbre, está mejor reflejado por el “sí” de María; que quiere que decir que, el misterio de la fe, no se resuelve como un enigma cualquiera, con una fórmula, o descubriendo una clave. El misterio, se revela cada día, en el diario vivir, en mi permanencia en la fe en Cristo. Así, esta relación de fe, es la experiencia simultánea de fragilidad y firmeza, donde el equilibrio es obra de Dios mismo.
María, es el ejemplo de este camino: no sabe qué hace frente al ángel, ni qué quiere éste. No entiende. Está perturbada. Pero, sigue ahí. Pregunta. Cree. Y se entrega.
En nuestros días, lo más fácil es buscar soluciones en lo que tenemos a la mano: en mis estrategias, en mis bienes, en mis fuerzas. Pero, todo eso es apariencia. Dios no niega la realidad, y su fortaleza no se basa en la ausencia de experiencias y sentimientos negativos. Al contrario, cuando lo anterior ocurre, quiere ser nuestro escudo frente a ellos. Ese escudo se llama esperanza en sus promesas.
Entonces, miremos lo que nos hace sentirnos frágiles: nuestros miedos, la incertidumbre (laboral, económica, sanitaria, etc.), o algún problema de pareja o familiar, etc.; o la dificultad para encontrar sentido a mi existencia. Miremos lo que nos hace sentirnos frágiles, y vivamos confiados; no con un propósito concreto, perceptible a corto plazo, si no, corremos el riesgo de decepcionarnos aún más; sino, vivamos confiados y entregados a las manos de Dios.
¿Me cuesta confiar? ¿Te cuesta confiar? Hagamos como María, quien creyó que “para Dios nada hay imposible”. Y, en este tiempo de Adviento, recibamos al Señor que viene a nosotros, que quiere habitar en mi corazón. Y en la fragilidad, reposemos en sus manos firmes y fuertes. Como María. Amén.
♫ Himno de respuesta al Evangelio: Ven, Señor, no tardes (Libro de Liturgia y Cántico, N°280).
Estribillo:
Ven, Señor no tardes en llegar, y la paz al mundo le darás.
Con tu luz podremos caminar, la noche se vuelve claridad.
Por las sendas de la vida se abren nuevos horizontes.
En las sombras de las penas un nuevo sol brillará. Estribillo.
La tristeza de las gentes se convierte en alegría.
El rencor de las naciones se ha convertido en amor. Estribillo.
La paz.
G: La paz del Señor sea siempre con ustedes. Y también contigo.
Todos pueden saludarse mutuamente, en el nombre del Señor.
Oración General de la Iglesia.
Quien guía puede dirigir oraciones, o dar la oportunidad para que cada participante también lo haga. Podemos agradecer y pedir por: el día vivido, la iglesia, las familias, nosotros mismos, el país, el mundo, los gobernantes, los enfermos, los motivos personales, etc. La oración por los motivos personales se puede hacer en silencio.
Al finalizar las oraciones:
G: Señor, acudimos a ti, conscientes de que no sabemos orar. Pero, no confiamos en nuestras capacidades, sino en tu gracia; y por eso, llenos de esa confianza, te suplicamos como nos enseña Jesús: (Padre nuestro).
BENDICIÓN.
Que Dios, de quien viene la constancia y el ánimo, nos conceda vivir en armonía unos con otros, en conformidad con Cristo Jesús.
Que Dios, fuente de toda esperanza, nos conceda alegría y paz, y así nos sintamos cada día más esperanzados por el poder el Espíritu Santo.
Que el Dios de paz esté con todos nosotros.
Y la bendición de Dios, Padre, Hijo+ y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre. ♫ Amén.
Envío.
G: Vayamos en la paz del Señor y sirvámosle con alegría. Demos gracias a Dios.
♫ Himno de Clausura: Del alto cielo bajo yo (Culto Cristiano, N°18).
Del alto cielo bajo yo, la buena nueva os vengo a dar;
oíd la paz que en grato son anuncia el célico cantar.
Jesús el Cristo es y Señor, de toda pena os librará;
ser quiere vuestro Salvador que del pecado limpiará.
¡Oh, Salvador! ¡Desciende a mí! Ven, ven, y haz en mi corazón
cunita propia para Ti, do Tú tendrás mi adoración.